Las llamas llegan a medir 5 metros. Alguien llama por teléfono para pedir asistencia. Se escucha la sirena y aparece el camión rojo. Los hombres se bajan corriendo, siguen todos los procedimientos de seguridad y sostienen en grupo y con fuerza las mangueras de las que comienza a salir el agua. Todo para sofocar un incendio. Pero uno que ellos mismos generaron. Son las 24 personas que forman parte del cuerpo de bomberos voluntarios de Santa Lucía, quienes están haciendo simulacros para capacitarse antes de comenzar a trabajar.
Desde la primera charla teórica de hace 2 meses, en la que la mayoría no sabía ni cómo funcionaba la combustión, hasta las prácticas de incendio en el medio del predio en el que está la báscula municipal, los hombres y mujeres aprendieron a dominar las llamas. Sin embargo, aún sienten nervios cuando les suena el teléfono y ven el incendio, pese a que es un simulacro y ellos mismo lo iniciaron.
Según cuentan, repasan una y otra vez las reglas básicas: atacar las llamas desde abajo y en el medio del incendio, mirar hacia donde va el viento y pararse de espaldas a él para que las llamas y el humo no se les vengan encima; trabajar en equipo, cumplir cada uno con su función y respetar todas las normas de seguridad.
Así trabajan sobre el montón de ramas de la poda y basura que amontonan en medio del predio, que está alejado de las viviendas de la zona, practicando y ansiosos con que llegue el momento de que tengan que salir a trabajar de verdad.
El cuerpo se separa en dos grupos, unos trabajan, otros observan. Los hombres cargan los bidones con combustible y rocían el montículo de basura. Después, algunos fósforos sirven para que aparezca las llamas. Y la acción comienza cuando alcanzan unos 5 metros de alto. En ese momento, el jefe llama a los bomberos, quienes están esperando sobre la movilidad listos para trabajar. Luego suenan las sirenas y el camión entra a toda velocidad. El jefe de la dotación observa las llamas y le grita a uno de sus hombres que corte la electricidad y el gas. Luego ordena que comience a salir el agua. La presión del agua que sale del camión, que tiene capacidad para 4.000 litros y es uno de los 3 que tiene el cuerpo, obliga a que 3 bomberos sostengan la manguera a la vez para dirigirla al fuego. Y, al ver que las llamas crecen, piden refuerzos.
Ahí entra en juego la segunda parte del grupo, que llega en un camión tanque y colabora con la tarea. De a poco, el humo blanco se va oscureciendo y las llamas desaparecen. Sólo queda la tarea de controlar que esté bien apagado, analizar el incendio y sus consecuencias, pasar un informe y guardar los equipos para que estén listos para la próxima intervención.

