-Ayuda al sistema inmunológico.

-Aumenta el coeficiente intelectual, está demostrado que los bebés que han hecho natación en los 2 primeros años de vida desarrollan una percepción mayor del mundo que los rodea, con lo que ya están aprendiendo a ser más creativos y observadores.

-Estimula la capacidad de juego del niño, y eso repercutirá muy positivamente en sus aprendizajes futuros.

-Mejora y fortalece la relación afectiva y cognitiva entre el bebé y la mamá o el papá; las clases hacen que ambos compartan situaciones ricas y profundas que no sucederían de otra forma, porque se van a juntar las reacciones innatas e instintivas del bebé con las propias vivencias que genera la práctica de la natación, que sin duda van a ayudar al conocimiento mutuo, alimentando el amor y el orgullo de mamá y papá.

-Inicia la socialización sin traumas en un ambiente lúdico y recreativo, para ayudarlos a vincularse como personas y su entorno de una forma natural. La convivencia en la piscina con otros niños ayudan a relacionarse mejor, además de que aprenden a compartir y realizar actividades junto a otras personas.

-Adquiere más confianza para comunicarse y desarrollarse en grupo, ya que estará en constante contacto con instructores y niños.

-Desarrolla las habilidades vitales de supervivencia, por ejemplo aprender a girarse sobre su espalda y flotar ante

una caída al agua.

-Ayuda a relajarse.

-Lo hace sentirse más seguro.