La tentación era inevitable. Si había que cruzar la Ignacio de la Roza, caminando por Las Heras, se buscaba la rampa de acceso y la marcha tomaba otra altura. En muchas ocasiones, la pausa era obligatoria para quedarse con un registro. Era el momento de la selfie.
La habilitación para circular en el Puente Cívico tuvo inmediata repercusión ayer por al tarde, potenciando más una zona que ya fue adoptada para hacer un paseo en familia, con amigos, mascotas o simplemente una salida de caminata a buen ritmo.
Julia, su hija Cinthia y su nieta Brunella disfrutaban de la tarde y coincidían que aguardarían hasta que se enciendan las luces del nuevo portal urbano.
A las 20 se activó el sistema lumínico, que "pintó" de azul la imponente estructura metálica (a medida que avanzan las horas, el color cambia), y el tránsito de peatones aumentó, lo mismo que la pausa para las fotos. Incluso los bancos de madera instalados en el centro del corredor de 4,5 metros de ancho estaban siempre ocupados por quienes apreciaban más "el mirador", que tiene una luz de 5,10 metros sobre el pavimento de la avenida.
Por ejemplo, un grupo de amigos compró unas facturas y armaron "el picnic" en el puente. Axel, Esequiel, Andrés, Daniel y Martín charlaban sobre la primera impresión que se llevaban y estaban de acuerdo que para los turistas se convertía en un excelente lugar para recorrer. Discutían si la elección de la madera como material para el piso era el apropiado por las inclemencias del sol y se preguntaban si podrían mantenerse limpios o sanos los paneles de vidrio que limitan cada lateral del corredor. Con la bolsa de facturas en la mano, dijeron que hacía falta un cesto cercano para arrojar residuos.
La nueva estructura de 60 metros de largo, 6 de alto y que pesa casi 100 toneladas es "una buena idea" para Javier Pereyra, quien buscaba con su brazo extendido el ángulo para que en el celular también fuera encuadrado su amigo Franco Espin. "Ojalá lo sepamos cuidar", contaba antes de un nuevo click.