Aquí y allá, al mismo tiempo. El Kun Agüero, Sergio Romero, Maxi Rodríguez y Juan Verón hoy juegan en Johannesburgo, pero ayer anduvieron por el Parque de Mayo, y hasta con las camisetas súper top de la Selección Argentina. Los cuatro, cerquita del lago, palpitaron la previa del partido que la Argentina tendrá hoy ante México, por los octavos de final del Mundial. Lo curioso es que no fue una ilusión, realmente ellos estuvieron hablando de fútbol y haciendo jueguitos con la pelota. Y es que son tocayos, cuatro homónimos sanjuaninos de los jugadores dirigidos por Maradona que físicamente no se parecen en nada a los futbolistas, pero que guardan algunas coincidencias espectaculares, como que los cuatro son fanáticos del fútbol, que Romero fue arquero y que Rodríguez jugaba en su club en la misma posición que el volante.
Los tocayos sanjuaninos se sienten afortunados y por eso suelen hacer gastadas en sus picaditos de fútbol, alguno recibió el mismo apodo, como el Kun Agüero, y hasta consiguen una sonrisa cómplice cuando van a hacer algún trámite. Ayer, los sanjuaninos coincidieron en que hoy ganará Argentina, que será con comodidad y que aparecerá Messi como goleador, tras haber estado muy cerca de anotar en primera ronda. Y, obvio, le tienen una fe ciega a sus tocayos de la Selección.
Sergio Romero es profesor de Historia. Y cada presentación ante un nuevo alumnado es tema de conversación. "Yo siempre trato de que el respeto sea mutuo desde el principio. Pero siempre están los pillos, que cuando digo que me llamo Sergio Romero empiezan a decir: Igualito al arquero, sí, por la melena", confiesa a las carcajadas Romero, mientras muestra su calvicie al sacarse la boina.
Lo particular es que Sergio fue arquero de chico y siguió en el puesto en sus tiempos de estudiante, cuando competía en la Liga Universitaria. Romero cubría el arco del equipo de Filosofía, hasta que una serie de lesiones en tres dedos de sus manos lo obligaron a cambiar el puesto. "Eso fue en el "90, cuando el pibe Romero era casi un bebé. Así que él me copió a mí", bromea el ex guardavallas.
Sergio Agüero es un loco del fútbol: lo consume en los medios y lo juega con sus amigos. Es defensor y ya se le hizo común que si anda por el barrio o se encuentra con conocidos en lugares públicos, lo saluden por su sobrenombre. Un apodo que, no podía ser otro, es Kun. "El día que Sergio Agüero se empezó a hacer conocido, mis amigos me empezaron a decir Kun. Y bueno, yo a veces me agrando y digo que me metí en la familia de Maradona, que el Diego es mi otro suegro", confiesa el Kun de Rivadavia.
Juan Verón es empleado en una finca del distrito La Puntilla, en San Martín. Tiene 7 hijos y 7 nietos y se cansó de aprovechar su nombre. Y es que primero lo hizo con Juan Ramón, la Bruja padre, y ahora con Juan Sebastián, la Brujita. "Si me salía alguna jugada linda en un partido, decía que era por los genes. Y muchas veces me pasó que cuando iba a hacer un trámite y daba mi nombre, los empleados me hacían bromas, yo les decía que los Verón era mi familia en Buenos Aires y varias veces se facilitaron las cosas", dice Juan Verón, ex defensor y dirigente en el ya desaparecido equipo de fútbol del Barrio Entre Ríos, de La Puntilla.
Maxi Rodríguez ya se hacía el agrandado con su tocayo en la Selección y casi se volvió loco cuando el volante metió su bombazo en el Mundial de Alemania 2006 que le dio la victoria a Argentina sobre México. Hoy, ante el mismo rival en Sudáfrica 2010, el pibe de 12 años confía plenamente a su homónimo si le toca entrar. "Yo era chico pero me acuerdo todo de aquel partido. Cuando hizo el gol, me cansé de gritarlo y cuando terminó anduve por todos lados diciendo que yo lo había hecho y esas gastadas", recuerda el pequeño futbolista que curiosamente jugaba en la misma posición que el volante del Liverpool inglés. Maximiliano compitió en la Liga Infantil en los clubes Santa Bárbara y Asociación Deportiva Albardón, aunque ahora colgó los botines por un tiempo por el doble turno en la EPET 1.
Ayer, tras las fotos, Verón, Romero, Maxi y el Kun doblaron las camisetas y enfilaron para sus casas. Sin el glamour de los jugadores y en total anonimato, pero con esa sensación tan particular que sólo un tocayo de Selección puede ostentar.

