�El trabajo que desarrollan desde hace un mes obliga a los pacientes a levantarse temprano, incluso antes de las 7. A esa hora se aseguran de que hayan llegado las semitas y empiezan a preparar el café. Un grupo parte cargado con termos a la zona de la Municipalidad de Rivadavia, el Hospital Marcial Quiroga y la comisaría, uno de los lugares en los que más venden gracias a que uno de los pacientes se hizo amigo de un policía y ambos lograron transformar en clientes a gran parte de los efectivos. Otro grupo cruza el portón del hospital y entra a la garita que construyeron a orillas de la calle de ingreso, para comenzar la venta. Sus clientes son los pacientes ambulatorios, los familiares de los internos y al personal. Allí todos trabajan intensamente y analizan los detalles. Zulma (quien tiene un retraso madurativo y lleva casi 7 años en el hospital), por ejemplo, le entrega el café a una señora y le recibe los 50 pesos. Se los pasa a Miguel (sufre la misma enfermedad pero lleva 1 año en el hospital). Él toma el billete, lo guarda y comienza a contar el vuelto. “Bueno, 3.50, 4 pesos, 10, 20. Ay, me perdí. 3,50, 4, 10 pesos, 20. ¡Uh!”, dice y vuelve a intentarlo. Finalmente logra calcular el dinero y se lo pasa a la clienta. Mientras, Romina se da cuenta de que las tortitas se terminaron y todavía no son las 11. Asegura que al día siguiente tendrán que comprar más cantidad. “Lo importante es que nos animamos y estamos mejorando. Con el paso de los días le vamos agarrando la mano a la cantidad de insumos que tenemos que comprar, los precios y a dar los vueltos. Es difícil, pero estamos logrando mejorar mucho”, cuenta Miguel.