“Pasamos la mayor parte del día acá. Por eso, cuando tenemos que implementar algo de lo que aprendemos pensamos cómo podemos mejorar la escuela”, contó María del Valle Balmaceda, alumna de la Escuela Industrial Domingo Faustino Sarmiento. Siguiendo ese concepto, los alumnos de ese colegio hacen de todo, desde arreglar bancos hasta ayudar en el hormigonado del playón. Pero ahora tienen un proyecto más ambicioso: construir un edificio para que funcione el nuevo comedor escolar.

En la escuela, el actual comedor funciona desde 2010, por iniciativa de alumnos y autoridades. Es que los chicos salen del turno mañana a las 13 y a las 14 tienen que cursar los talleres. Por eso, no tienen tiempo de ir a almorzar a sus casas y terminan comiendo un sánguche en la plaza. “Primero pensamos en los 2 comedores de la UNSJ, dado que el colegio depende de ella. Pero no nos permitieron que almorcemos ahí”, comentó la alumna.´

Y agregó que “al final, por ser un colegio preuniversitario, no tenemos los beneficios del Ministerio de Educación provincial, pero tampoco tenemos demasiado apoyo de la Universidad”.
Con ese panorama, la escuela comenzó a comprar las viandas de los comedores universitarios y a ofrecerlas a los alumnos. Pero el lugar en el que funciona el comedor es reducido y tiene problemas de cloacas, lo que lo impregna de un fuerte olor fétido.

Como consecuencia, lo que se les ocurrió fue desarmar uno de los talleres viejos de la escuela. Ahora, los alumnos aplicarán sus conocimientos para construir un salón nuevo allí. “Creemos que con 12.000 pesos podemos comprar los materiales. Y los alumnos se harán cargo de la mano de obra, supervisados por docentes y personal de construcción de la Universidad”, comentó Alfredo Costa, regente del colegio.

La función de los chicos no queda ahí. Los alumnos de Construcción, por ejemplo, están reciclando bancos y ayudaron a hormigonar el playón deportivo. Mientras, los de Electromecánica están armando una máquina con la que podrán trabajar los alumnos de Industria de Proceso que realizan aceite de oliva. Y el centro de estudiantes sigue realizando actividades, como tocadas de rock, rifas y té-bingos, para juntar fondos. Con ese dinero ya compraron lockers para que los alumnos dejen sus pertenencias y hasta se están haciendo cargo de reponer las tapas de las entradas de electricidad. “Cuando le dio un golpe de corriente a una alumna de la Escuela de Comercio -que usa el mismo edificio que el Industrial- decidimos comprar las tapas de las conexiones que hacen falta y colocarlas”, comentó Alexander Pogrebinsky, miembro del Centro de Estudiantes.