Si bien es la cacería uno de los temas que más preocupa en muchas de las zonas protegidas, no escapan actividades humanas de gran impacto ambiental como la minería, la ganadería e inclusive el turismo no ordenado. A esto también se suman otras como la práctica de deportes o hobbies. Tal es el caso de Lomas de las Tapias, donde la práctica del enduro era permanente. Así surgió una resolución de la Subsecretaría de Medio Ambiente por la que se intentó regular las actividades. Hasta el momento se han mantenido reuniones con la Policía de Ullum, Albardón, Capital, los intendentes, las asociaciones que reúnen a quienes practican enduro para tratar de reducir el impacto que esto ocasiona en la zona. Los Esteros de Zonda, el segundo humedal en importancia después de Huanacache, fue declarado área protegida en 2004 y desde esa fecha cuenta con 4 agentes de conservación. Allí, uno de los problemas más graves son los grandes incendios que destruyen la flora autóctona y que son provocados por los cazadores de nutrias para agilizar su tarea. De acuerdo con los datos suministrados por Areas Protegidas, en estos últimos años “no se ha presentado ningún incendio grave, algo que ocurría sistemáticamente cada año y la fauna se está recuperando rápidamente”. Huanacache es otra de las zonas complicadas porque concentra un deterioro producido a lo largo de los años y merece un capitulo aparte para su recuperación. Los agentes de conservación tienen la facultad de labrar actas de infracción a personas que atenten contra la flora y la fauna, que luego son remitidas a los Juzgados de Paz correspondientes. Las multas varían sustancialmente de acuerdo con la contravención cometida, por lo que queda a criterio de cada juez el monto aplicado. Esto sin contar que los cazadores pierden también sus artes de caza. Un concepto a tener en claro es que las áreas protegidas son de todos los pobladores y no solo de quienes realizan una actividad (en general perjudicial) en cada zona.
