Carmen Quinteros y su familia vivían en un campo de Pocito. Las calles que rodeaban su precario rancho quedaron anegadas por el agua y debieron esperar tres días para que los pudieran rescatar de la inundación. ‘Fue una de las peores cosas que viví‘, dijo la mujer que ayer no pudo disimular su alegría al contar como vive ahora. ‘Ni una gota se nos mete a la casa‘, contó. Al igual que ella, hace exactamente un año, hubo 1.503 familias que perdieron sus viviendas por la tormenta que azotó durante varios días a toda la provincia. Estas personas fueron asistidas y muchas ya recibieron sus módulos habitaciones. Hoy viven sin miedo a perder sus cosas y el cambió fue tan grande para algunos, que hasta tienen nuevos trabajos.

El 12 de febrero de 2014 fue el comienzo de una tormenta que cambió la vida de 7.036 personas, que tuvieron que vivir durante mucho tiempo evacuadas. A raíz de los daños causados, se dispuso la construcción de 1.196 módulos habitacionales distribuidos en los municipios de 25 de Mayo, Albardón, Chimbas, Pocito, Rawson y Santa Lucía. Además, 680 familias recibieron asistencia con materiales para la construcción de viviendas monoambiente de 30m2.

Algunos de los que recibieron módulos ya parquizaron el frente y el patio de sus nuevas casita. Otros hasta construyeron hornos de barro, para amasar e incluso para vender pan casero. María Morán, una pocitana, contó que antes de la lluvia vivían de la venta de animales. Sin embargo ahora se convirtió en la panadera del barrio de módulos ubicado en calle Nueva y Ruta 40. ‘No podemos tener los animales en la casa, por eso vendemos semitas‘, dijo la mujer que expresó que no lloverse dentro de la casa es una bendición.

Olga Gómez, que pasó un mes evacuada en la escuela Virginia Moreno, contó que ella también buscó la forma de sobrevivir después de que le entregaron los módulos, ya que todas sus cabras se murieron tras la lluvia. ‘Ya cayó hasta granizo y todavía no pasó nada. Ahora disfrutamos de la lluvia, antes era un suplicio‘, agregó la mujer entre sonrisas.

Desde el Médano de Oro, Fabiana Rodríguez, contó que hay dos comodidades que le encantan: tener su propia habitación, separada de la su hija y un baño en el interior. ‘Antes teníamos letrina en el fondo. Ahora es todo más lindo, por ejemplo, con el temblor de hace unos días no tuvimos que salir corriendo a la calle‘, dijo la joven que al igual que sus vecinos cuidan sus casas como si fueran grandes mansiones. ‘Esa lluvia no hizo tanto daño que nos enseñó a valorar lo poco que tenemos‘, agregó.