Son las dos, a veces las tres de la mañana, y el trabajo continúa como si fuera de día en la casa de Alberto Alvarez, el presidente de la Agrupación Trabajo, Unión y Esperanza de Villa Unión, en Chimbas. Adentro de su comedor y en su garaje de escasas dimensiones, más de veinte mujeres sentadas apretadas una junto a la otra se dedican a la repetitiva y agotadora tarea de armar penachos y espaldares. En el fondo, con algo más de espacio, una docena de hombres se concentra cada uno en una tarea diferente tratando de no estorbarse para terminar lo antes posible el carruaje antes de que caiga la noche. Afuera, en la calle, los bailarines hacen los últimos ensayos de sus pasos de comparsa al ritmo de la batucada. Y mientras los termos de agua caliente para el mate se rellenan una y otra vez, todos trabajan contra reloj con el objetivo de estar listos y ser los mejores en la segunda pasada del carrusel del Carnaval por Siempre en Chimbas 2010, que será esta noche y la de mañana.
Para el primer desfile, que fue el viernes y sábado pasados por calle Mancini en el barrio Los Pinos, salieron a la calle con varios detalles del carro sin terminar. Y si bien fueron imperceptibles dentro de la popular fiesta de carnaval, la agrupación quiso mejorar su presencia para estas últimas pasadas por calle Mendoza. Así, bajo la temática Las Maravillas de la Selva, al carro que tenía como figuras principales una serpiente y un tigre le estaban agregando ahora un león y un elefante. Armados con alambre, forrados con cinta papel y pintados con esmalte sintético, los animales irán protegiendo esta noche a la candidata a Reina del Carnaval, que irá en lo alto del carro en un trono hecho con ramas naturales de sauce, hojas de palmera y palos.
A las nuevas figuras de la selva estaban sumando también 20 plantas naturales, contaba Alberto, quien recién las compraba y explicaba que eran para acompañar los dos troncos naturales de palmera que están al frente del carruaje y que sirven de base para que se paren durante el carrusel dos princesas adornadas con plumas. Todo esto era trabajo de hombres. Pero no eran los únicos atareados, ya que a las mujeres encargadas de la costura les había llegado trabajo de último momento: a principios de semana se sumó a la comparsa una veintena de bailarines y tuvieron que hacerles los trajes.
Apuradas, forraban los fierros de los espaldares con tiras de tela y gomapluma en las pocas horas que les quedaban antes del desfile. Luego tenían que hacer las terminaciones con tela y lentejuelas. Mientras tanto, las encargadas de los penachos cubrían los alambres con cinta de papel, plumas, rosetones, lentejuelas y pintura. Y lo hacían casi sin hablar porque estaban muy ocupadas y porque para hacerlo tenían que gritar ya que, a unos metros de ellas, la murga llamada Cielo Azul sonaba fuerte para que los nuevos integrantes aprendieran bien, antes de salir frente al público, todos los pasos que los más viejos les habían enseñado.

