En Jáchal, no hay quien no conozca a Firulay. Con sólo escuchar su nombre todos recuerdan su accionar en el estallido social de 2002. Lo ven corriendo con un petardo en la boca o al frente de las manifestaciones. Muchos aún pueden visualizar sus patas ensangrentadas tras caminar acompañando al pueblo que marchó a la Capital. Y la mayoría se lamenta porque ya hace 7 años que su ladrido se apagó. Es que perros de la calle hubo y hay muchos, pero ninguno tuvo tanta participación popular como él. Por eso, el animal que vivió unos 10 años en la Plaza San Martín y ya fue inmortalizado en una escultura, fue elegido por Roberto Ruiz como protagonista de un documental que presentará muy pronto (ver aparte).
Completamente negro, con el pelo corto y un cuerpo robusto parecido al de un ovejero alemán, así dicen los jachalleros que era Firulay, según cuenta Ruiz, quien investigó su vida.
El animal llegó a la plaza siendo un cachorro, tras escapar de la casa de su dueño, quien lo maltrataba. Era chiquito pero tenía carácter, así logró adueñarse del lugar y dirigir a la jauría callejera. De a poco, se ganó la comida que le repartían los vecinos, entre los que estaba Blanca, una veterinaria jubilada que estuvo con él hasta su muerte y es quien más lo recuerda. Llegó a ser tan conocido que hasta se atrevía a integrar las procesiones de San José o a sentarse a los pies del sacerdote durante las misas.
“La gente recuerda muchas actividades de Firulay, pero lo que más resalta es su participación política. Lo primero que todos cuentan es qué hacía en los actos”, dice Ruiz haciendo referencia al momento en que, con reclamos, la gente logró la destitución del ex intendente Abdón Táñez. Y participó también en los actos contra el ex gobernador Alfredo Avelín, que también dejó antes de tiempo su mandato.
Por esos días, el perro vivía en medio de los actos y corría desesperado con los petardos en la boca, para que explotaran lejos de la gente y no lastimaran a nadie. Pero sin dudas, lo más heroico que hizo fue andar unos 50 km cuando los jachalleros caminaron hasta la ciudad para reclamar. “Todos dicen que el perro no paraba a pesar de que sus patas estaban llenas de sangre. Por eso, lo subieron a la ambulancia hasta llegar a la ciudad”, comenta Ruiz y resalta que con estas actitudes, el perro se transformó en una mascota popular y eso lo llevó a elegirlo para contar su historia en el documental.

