Hace 20 años, en un abrir y cerrar de ojos la vida de Celia Suárez cambió rotundamente. Vivía en San Martín con sus padres y algunos de sus 10 hermanos, cuando un vecino contó en una radio local que la niña de sólo 9 años sanaba a los enfermos con sus manos. Al otro día, la pequeña fue noticia en DIARIO DE CUYO y varios medios nacionales. Dos días después le llegó la invitación para ir al living de Susana Giménez. ’Fue una locura. Recuerdo que la gente esperaba horas para que los atendiera. Y venían hasta de otros países’, dijo Celia, que ahora tiene 29 años, está casada y tiene 4 hijos, pero que sigue recibiendo a quienes le piden ayuda.
Los padres de Celia comenzaron a descubrir su supuesto don cuando ella tenía tres años. A su mamá le habían diagnosticado apendicitis y cuando llegó a operarse al Hospital Rawson ya no tenía nada. Dijeron que ella oró en el auto y le tocó la panza a su madre. Después, sucedió algo similar con una de sus hermanas. Luego, los vecinos de la familia comenzaron a enterarse que era sanadora y comenzaron a pedirle ayuda.
En junio de 1994, la tranquilidad de San Martín se vio interrumpida cuando el caso de la niña sanadora se dio a conocer primero en los medios locales y luego, en los nacionales. Es que además de estar con Susana Giménez, también visitó los programas de Mauro Viale y Guillermo Andino.
Desde ese momento, los colectivos llenos de gente enferma empezaron a llegar desde Córdoba, Buenos Aires, Mendoza y hasta de provincias muy alejadas como Chubut. También llegaron personas de Uruguay, Chile y EEUU. La gente esperaba en la puerta de los Suárez durante horas. Y en la espera tomaban mate y se abrigaban con lo que tenían a mano, pero no desistían de ver a la pequeña que decía hacer milagros.
Celia recordó que si bien ella nunca se tomó las curaciones como un juego, no era consciente de la importancia que tenían, a pesar de que había días que no podía ingresar a su casa por la cantidad de gente que la esperaba. Si hasta tuvieron que ponerle una movilidad privada para que se trasladara a la escuela y que la gente no la siguiera.
La revolución que causó su historia llegó a tal punto que los papás de Celia tuvieron que ordenar los horarios de atención de los enfermos. Es que, pesar de que se mudaron a Pocito, continuaron recibiendo a miles de personas. Por eso, a los meses de que su caso se volvió cada vez más resonante, decidieron recibir 100 personas por día, los lunes, martes y miércoles. Es que, ella necesitaba volver a jugar, estar con sus amigos y estudiar.
AGRADECIMIENTOS:
La gente que le atribuyó a Celia sanaciones distintas dolencias, llegó a regalarle hasta un auto 0km. Pero Celia insistió en que no cobra por asistir a las personas que buscan su ayuda. ’Una vez vino un señor de Misiones con su hijo que había tenido un accidente automovilístico. Dijo que yo lo sané y a los días volvió con un auto. Todavía lo tengo, pero ahora lo usan mis suegros’, dijo Celia.
Otro de los regalos que recibió de sus seguidores fueron dos vestidos. ’Una mujer de San Juan llegó la primera vez en camilla con una parálisis. La segunda vez vino en silla de ruedas y la tercera, caminando. Por eso me hizo el vestido de mis 15 y el del casamiento’, contó.
Además, la gente que la buscaba la ayudó a construir una capilla, junto a la casa de sus padres. Este es un sitio que visita todos los días. ’Traían camionadas de ripio, ladrillos y bolsas de cemento’, recordó.
Celia no se olvidó cómo cambió su vida hace 20 años. ’Nunca me cansé de que la gente acudiera a mí, pero hubo épocas en que quería hacer cosas de adolescentes y no podía porque tenía personas que esperaban que yo las ayudara’, dijo y contó que con el paso de los años todo se calmó y en la actualidad es poca la gente que la visita.
A pesar del paso del tiempo, Celia contó que sigue preguntándose por qué Dios la eligió como intermediaria para sanar a los enfermos.

