Las lágrimas de Miguel Gutiérrez se confundían con la transpiración que le bañaba la cara. Por sus gestos de extenuación, la boca abierta buscando más aire o los dientes apretados por momentos o sus quejidos, no se distinguía si esas lágrimas eran a causa del cansancio físico o de la felicidad por haber llegado de rodillas al oratorio de la Difunta Correa para agradecer un favor. Inmediatamente después de recorrer 200 km en bici desde Godoy Cruz, Mendoza, hasta Vallecito, el muchacho de 22 años subió los 150 metros de la escalinata. La expresión de fe de Miguel era una más entre las 30.000 personas que hasta ayer en la siesta habían llegado a la Difunta Correa para dar su agradecimiento. Según el subcomisario Saúl Vargas, ese número de personas podía crecer a 40.000 al caer la tarde. El año pasado, al mediodía, hubo esa última cantidad de gente.

Lo que sí se duplicó respecto del año pasado fue la cantidad de carpas: "Este año hubo 120 carpas, el doble del año anterior", comentó Daniel Rojas, administrador del paraje.

La historia del mendocino Miguel empezó a escribirse en su casa en Godoy Cruz a las 23:30 del jueves, junto a su hermano y su cuñado, pero ellos en una camioneta acompañándolo e iluminándolo en la oscura ruta. Luego de 2 paradas, para descansar, mojarse la cabeza y morder alguna porción de pizza, debió acelerar la pedaleada en su bici de carrera porque se demoraba más de lo planeado. Tenía que llegar a las 11 de la mañana de ayer para agradecer y por su esfuerzo llegó a tiempo pero con sus ropas mojadas en transpiración.

"A mediados de 2008 compré una moto y los papeles eran truchos, me cuentearon", comentó Miguel y agregó, "me la querían quitar, pero le pedía a la Difuntita que me ayudara y a los días pude solucionar el problema con los papeles". Además, le pidió que le ayudara económicamente y ahora tiene 2 motos.

Si bien Miguel es de Mendoza, sus padres son sanjuaninos y de ellos heredó la fe por Deolinda. "Hace años mis padres le pidieron que mi hermana quedara bien de 3 operaciones que le debían realizar, ella tenía poca motricidad en una pierna, en un brazo y la debían operar de un ojo", afirmó el muchacho y continuó, "ella salió muy bien de las cirugías, ahora camina con normalidad". Desde entonces creció en él la fe por la venerada sanjuanina y cuando tuvo problemas con su vehículo la visitó por primera vez y ayer volvió para agradecerle el favor.

"A la moto nueva que compré, hoy la trajo mi tío en una camioneta y, antes de que me vaya, le voy a pegar una etiqueta de la Difunta para que todos en Mendoza sepan lo milagrosa que fue con mi familia", decía Miguel.