El último informe de la Organización Mundial del Turismo (OIT) reveló que en los seis primeros meses del año pasado, los destinos de todo el mundo recibieron a 598 millones de turistas internacionales, este número representa treinta y seis millones más que en el mismo período del año anterior. El crecimiento supone un incremento del 6% y superó así la tendencia en aumento observada en los últimos siete años.
Es que viajar hace bien. Planificar un viaje, buscar hospedaje, armar itinerarios, comprar los pasajes y hacer las valijas, ya supone un cambio en el estado de ánimo de las personas. Por supuesto que lanzarse luego a la aventura, completa el estado de bienestar que provoca viajar.
A diferencia de tantas otras actividades que generan placer, viajar no solo carece de contraindicaciones, sino que además tiene muchos y variados beneficios para la salud, tal como lo han demostrado diversos estudios científicos.
Razones por las que viajar es saludable
Reduce el estrés y aumenta el bienestar emocional
Parece evidente que uno de los principales beneficios de viajar sea disminuir el estrés. Pero más allá de nuestra percepción, está probado que al menos una breve escapada a un destino no muy lejano, el hecho de dejar atrás la rutina y el ritmo acelerado de la vida en la ciudad permite desconectar, bajar los niveles de ansiedad y angustias y disfrutar del momento en un nuevo escenario.
Pero es importante la actitud con la que se emprenda el viaje porque existe también el llamado “estrés vacacional”, es un estado de tensión ocasionado por los preparativos del viaje, las inseguridades, los miedos por el idioma desconocido y las dificultades que se puedan presentar. Como si el remedio fuera peor que la enfermedad.
Un estudio realizado por investigadores de Arizona, Estados Unidos, demuestra lo mismo que tantos otros: las personas que se toman más vacaciones, en especial las mujeres, tienen mejor calidad de vida, son menos proclives a estar deprimidas, cansadas, estresadas e incluso, están más satisfechas en su matrimonio.
Fortalece la autoestima
Superado el “estrés vacacional”, si es que lo hubo, el hecho de enfrentar los desafíos que implica cualquier viaje y buscar los recursos para resolverlos, potencia la autoestima. Especialmente si se trata de un viaje a destinos lejanos, que representan un mayor desafío, desplazarse, habituarse a un lugar desconocido, relacionarse con su gente y tratar de entender un nuevo idioma, inevitablemente, presenta inquietudes de diversa índole.
Una frase de García Marquez dice: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla. Un viaje es una fuente inagotable de anécdotas para contar y futuros recuerdos. Más aún, en estos tiempos en los que la tecnología permite atesorar momentos a cada segundo y compartirlos al instante. Lo que vivimos y cómo lo hacemos nos construye y ayuda a reforzar la confianza en nosotros mismos.
Permite ejercitar el cerebro
La ciencia ha demostrado que las neuronas pueden crear nuevas conexiones, e incluso se pueden formar nuevas neuronas a lo largo de toda la vida. “Para ello es clave entrenar y estimular nuestro cerebro”, explicó José Manuel Moltó, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología (SEN), “y hay tres elementos claves para hacerlo: enfrentar nuestro cerebro a la novedad, la variedad y el desafío. Viajar cumple con los tres”.
Situaciones tan simples como tener que adaptarse a nuevos destinos, paisajes, sensaciones, aromas, personas, sonidos, permite crear un mapa mental del lugar en el que uno está, sumado a la necesidad de comunicarse en otro idioma, estimulan el cerebro y lo vuelven más activo y creativo. “Viajar requiere, principalmente, aprender y memorizar todo lo extraño hasta que todo resulte normal y conocido. Esto es un desafío para tu cerebro y es como un entrenamiento acelerado”, agregó Moltó.
Fortalece el corazón
“Dicen que viajando se fortalece el corazón”, dice Litto Nebbia en su canción “Solo se trata de vivir”. Más allá de que la frase quizá se refiere a lo emocional, un estudio realizado en Estados Unidos determinó que viajar reduce el riesgo de padecer un infarto de miocardio, en especial, en personas mayores. Las estadísticas indican que los hombres que viajan con frecuencia tienen una probabilidad del 21% más baja de sufrir un ataque al corazón que aquellos que no lo hacen. Las conclusiones del estudio fueron: “Las vacaciones pueden ser buenas para su salud”.
Por otra parte, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Jyväskylän, Finlandia, también halló una relación entre la movilidad corporal, originada por la “actividad social colectiva” que se da en los viajes, y un menor riesgo de mortalidad. Si bien los trabajos en este sentido se refieren en general a personas mayores, es claro que la actividad física que se realiza al viajar es beneficiosa para cualquier persona, en especial para quienes suelen llevan una rutina cotidiana sedentaria.
Mejora la predisposición para afrontar problemas
El prestigioso médico canadiense Mel Borins escribió en su libro Go Away Just For The Health of It (“Vete solo por lo saludable que es”) que “irse lejos contribuye a alejarse de las partes estresantes de la vida. Puede ayudar a mejorar tus perspectivas, a brindar nuevos puntos de vista y permite desarrollar nuevas estrategias para afrontar los problemas”.
Así es, cuando uno conoce otras realidades, toma distancia de la propia vida y puede ver sus problemas desde otro punto de vista. Suele pasar que muchas personas al regresar de un viaje, valoran más lo que tienen, se quejan menos, no reniegan de lo que les falta, lo que los lleva a mejorar su bienestar emocional. Y, para citar a otro clásico de la literatura, Gustave Flaubert dijo: “viajar te hace modesto, porque te hace ver el pequeño lugar que ocupas en el mundo”.
Genera felicidad
El psicólogo Thomas Gilovich, catedrático de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, hace años persigue un sólo objeto de estudio: la felicidad. A partir de sus estudios, ha llegado a la conclusión que mucha gente sabe o intuye que viajar les da más felicidad que comprar cosas materiales. La razón de esta creencia es que los momentos vividos en un viaje, la suma de experiencias y los recuerdos guardados, brindan un placer y unbienestar a largo plazo, mucho más extenso que la satisfacción de adquirir un producto.
Aún más, los momentos previos al viaje y anticiparse a las experiencias que se van a vivir ya genera una sensación de felicidad que potencia el placer que provoca el viaje en sí mismo. Viajar nos conecta con nosotros mismos, con nuestras emociones y alegra el espíritu. Ya lo decía Séneca: “El cabalgar, el viajar y el mudar de lugar recrean el ánimo.”