A menudo, la ansiedad está relacionada con el hambre emocional, que aparece de forma repentina y se experimenta como un deseo desenfrenado de consumir alguna comida específica.
Es verdad que cuando comemos alimentos que nos gustan esa ansiedad suele calmarse, pero solo por un rato. Por eso es muy importante que aprendamos a registrar esta sensación y dejemos de taparla ingiriendo comida cuando no existe apetito real.
¿Por dónde iniciar esta transformación? Precisamente, orientándonos hacia un cambio de hábitos en cuanto a nuestra rutina alimentaria y aquello que elegimos comer. Consumir una dieta rica en verduras, frutas, legumbres, cereales integrales y proteínas magras puede resultarnos muy útil a la hora de encarar este desafío. Así lograremos contener el “hambre emocional” mientras nos nutrimos de forma saludable.
Un estudio de 2010 llevado a cabo por la Universidad Autónoma de México determinó que la ansiedad está relacionada con un estado antioxidante total reducido. A partir de este hallazgo, los investigadores emprendieron una revisión del contenido antioxidante presente en 3.100 alimentos, especias, hierbas, bebidas y suplementos alimentarios, y hallaron que los alimentos con mayor concentración de antioxidantes son:
– Porotos: rojo pequeño seco, pinto, negro, riñón rojo.
– Frutas: manzanas, ciruelas pasas, cerezas, ciruelas y ciruelas negras.
– Frutas finas: moras, frutillas, arándanos y frambuesas.
– Nueces.
– Verduras: alcaucil, coles, espinaca, remolacha, brócoli.
– Especias con propiedades antioxidantes y ansiolíticas como la cúrcuma y el jengibre.
* ¿Cómo controlar esta voracidad que no es apetito real?
– Tratar de no saltear las comidas, porque esos “vacíos” generan mayor ansiedad y hambre durante todo el día.
– Evitar los “picoteos”.
– Cuidar la calidad de los alimentos, dando prioridad a aquellos reales por sobre los productos ultra procesados.
– Vigilar las cantidades. Que un alimento sea saludable no quiere decir que podamos consumirlo en gran cantidad. Los frutos secos son un claro ejemplo.
– Planificar la semana, con menús semanales y organizando la heladera y la alacena.
– Animarse a recetas saludables nuevas.
– Activar el organismo con la actividad física que se pueda, de a poco, aunque sea solo caminar.
– Ingerir ocho vasos de agua en el transcurso del día.
– Acompañar las colaciones con infusiones para mayor saciedad (tomar agua, condimentar los alimentos con cúrcuma, clavo de olor, romero o cardamomo que dan más saciedad y dejar compoteras de frutillas o arándanos listos para consumir.
– No autoexigirse; si las cosas hoy no salieron bien, mañana podemos volver a intentar.
– Tengamos siempre presente que, ante la duda, es el profesional en Nutrición quien podrá guiarnos y ayudar. Si bien hay mucha información circulando, solo un especialista sabrá qué es lo mejor para cada persona.
* Fuente: Rumbos, lic. Guadalupe Matos