‘No se trata sólo de lo que una empresa desea hacer, sino de preguntarse qué es necesario para el bienestar del entorno en el que opera’.

El autor hace un llamado urgente a abordar los desafíos de la desigualdad, el deterioro de las instituciones democráticas y el individualismo, proponiendo al sector privado como un actor clave para lograr el desarrollo sostenible.

Su motivación fue la búsqueda de unidad, primero. La lucha quimérica contra la fragmentación, la división que todo lo penetra, incluyendo nuestra propia interioridad. No caer en la opacidad o la estandarización de quien no sabe lo que quiere y se sume en la esquizofrenia de voces múltiples: del mandato, la obligación de ser exitosos, la propia vocación y las obligaciones cotidianas.

Moritán, expresa la importancia del camino que debemos tomar para ir hacia un capitalismo ‘más humano’. Hizo mención al sector privado como un actor principal en este sentido y al rol que tiene el Estado de las acciones tendientes al bien común. Somos más humanos dándonos. Poniendo nuestros dones al servicio de causas y personas más allá del beneficio individual y la búsqueda exclusiva de la conveniencia propia. Si como personas humanas nos realizamos en este gesto volitivo de ponernos al servicio, no dudo de que las personas jurídicas, las empresas, por ejemplo, hallarán su propósito menos en la ‘maximización del beneficio’ y más en la búsqueda de un propósito.
La experiencia de García Moritán de más de dos décadas de inmersión en proyectos de colaboración entre empresas, el sector público y la sociedad civil, fue basta para la edición del libro, el autor dialogó con un centenar de referentes clave de la inversión social de Argentina y del exterior y entrevistó a unos treinta presidentes y CEOs de fundaciones y empresas miembro del GDFE.

Es interesante observar que, a nivel nacional, el Estado está reconociendo la importancia del sector privado como un actor fundamental para el desarrollo de Argentina. En el pasado, bajo otras miradas ideológicas, el sector privado era visto como algo separado, limitado a sus negocios. Hoy, por el contrario, se entiende que el sector privado puede y debe asumir un rol más activo como actor social, comprometido con el entorno en el que opera. Esto, creo, es un avance positivo. Sin embargo, la clave está en cómo se construye esa relación: no se trata solo de cumplir con la ley, sino de contribuir al bienestar social más amplio. Es un reflejo de un compromiso profundo que va más allá de iniciativas individuales, como las que cada uno podría impulsar desde su propio mandato o desde su obligación particular. Ver cómo Fundación Banco San Juan, junto al gobierno, y muchas otras entidades, están comprometidas en generar un entramado social que busque alinearse con las necesidades del territorio, en lugar de centrarse únicamente en lo que una organización cree más conveniente, es realmente inspirador.

El libro impulsa precisamente a la movilización
Acciones alineadas que responden a las necesidades del territorio, no a las misiones organizacionales de forma aislada, además, el libro hace un recorrido desde las primeras experiencias de filantropía estratégica, donde las empresas canalizaban su inversión social a través de sus fundaciones, hacia un modelo más profesionalizado, orientado a objetivos estratégicos y sostenibles. El gran desafío es pasar de una mirada individualista de la sostenibilidad -centrada en cómo una empresa gestiona sus propios impactos- a una acción colectiva que considere cómo cada organización forma parte de un todo mayor, del que es corresponsable. No se trata sólo de lo que una empresa desea hacer, sino de preguntarse qué es necesario para el bienestar del entorno en el que opera, y cómo sus talentos y capacidades pueden contribuir a resolver los problemas más profundos del contexto.

El punto de partida es reconocer la influencia y el poder transformador que las instituciones, ya sean con fines de lucro o sin ellos, tienen. Si entendemos esto, es posible que las empresas se den cuenta de que todo lo que hagan por su entorno también contribuirá a su sostenibilidad a largo plazo. Invertir en el bien común fortalece el entramado social, lo que a su vez genera un entorno más favorable para la actividad económica. Es un ciclo virtuoso: cuanto más fuerte sea la comunidad, más prosperidad habrá para todos.

El rol del Estado para promover esta participación del sector privado en el bien común
El Estado tiene un rol indelegable en cuanto a las responsabilidades públicas. Creo que es fundamental diseñar estados más modernos, democráticos y abiertos, que no se concentren únicamente en el poder, sino que faciliten la participación de otros actores en la gestión pública. Esto puede incluir la creación de agencias de desarrollo local, consejos económicos y sociales, o cualquier espacio plural donde todos tengan voz. Además, es importante innovar en materia legislativa, ofreciendo incentivos que premien el compromiso con el bien público. No se trata solo de dar beneficios fiscales a las empresas por invertir en una comunidad, sino de reconocer y estimular a aquellas que se comprometen con el desarrollo sostenible más allá de sus obligaciones legales.

La acción colectiva parece estar mayormente en manos de grandes empresas. La clave está en la participación plural y en la organización de esa participación. Las pymes, al igual que las organizaciones de la sociedad civil, necesitan estar representadas en las mesas donde se toman decisiones. Por ejemplo, en Rosario, que enfrenta graves desafíos de violencia, se ha formado una coalición de instituciones que incluye a pequeñas empresas, todas enfocadas en regenerar el entramado social. Esto muestra la importancia de fortalecer las instituciones intermedias, darles nueva vida y promover un cambio cultural donde la colaboración sea vista como algo positivo y necesario. Necesitamos una mesa equitativa en términos de representación para poder resolver los problemas estructurales que enfrentamos.

Cómo abordar la desigualdad desde una perspectiva empresarial
Primero reconociendo que es un problema. Es decir, ciertos niveles de desigualdad pueden ser virtuosos y alientan al desarrollo individual. Esto se entiende fácilmente desde el fracaso de los sistemas en donde se impuso una igualdad forzosa. Se mató el incentivo al progreso. Ahora bien, cuando las diferencias son tan grandes, se generan desequilibrios que ponen en vilo la convivencia democrática. La diferencia extrema y exponencial en los ingresos hace que el poder económico, que es el poder real, se concentre cada vez en menos manos. Asimismo, existe una cultura meritocrática mal promovida que hace creer que todo lo que tenemos es producto de nuestro esfuerzo individual y concluye que los pobres son pobres porque no se esfuerzan demasiado. Autosuficiencia y arrogancia en un extremo, resentimiento y humillación, en otro. Esto lo explica muy bien el catedrático de Harvard, Michael Sandel. Podemos generar una cultura en donde se premie más que el éxito individual cómo contribuimos al bien común. Desde el sector privado podemos ser ejemplo de colaboración e impacto para el bien público, para la equidad, el desarrollo y la inclusión. Los incentivos de bien público, como innovación legislativa, pueden acelerar este tipo de conductas virtuosas del empresariado. Y, para ello necesitamos de las empresas, desde luego, pero también de legisladores, de la academia y de la sociedad civil para construir una cultura en la que el éxito individual y el impacto positivo sean dos caras de una misma moneda.

‘Mis expectativas son que este libro sirva como un disparador para fortalecer las iniciativas audaces y los liderazgos ya existentes, promoviendo más colaboración y menos competencia. Espero que pueda contribuir a despertar nuevamente el entusiasmo por lo público y la necesidad de alinear esfuerzos, ya que es la única manera de resolver problemas estructurales’, Javier García Moritán.

Sobre Javier García Moritán
Javier García Moritán (Buenos Aires, 1980) es director ejecutivo del Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE). Profesional de las ciencias sociales, la comunicación y el desarrollo sostenible. Desde hace veinte años trabaja en esos temas desde empresas multinacionales, la sociedad civil y junto al sector público. Licenciado en Comunicación (UBA), con estudios de posgrado (Austral, Di Tella, UDESA), enseña innovación social en escuelas de negocios de las principales casas de estudio. Desde su rol institucional impulsa la inversión social privada de las principales fundaciones y empresas en la Argentina. Autor de numerosos artículos periodísticos, columnas de opinión en medios nacionales e internacionales y papers sobre el rol de las instituciones para el desarrollo, tiene editado, además, un libro de filosofía humanista, De la sospecha a la afirmación (Club de Lectores, 2015), que le mereció el premio Jean Yves Calvez a la Responsabilidad Ciudadana.
Fue distinguido como Visitante de la Unión Europea en 2022 para viajar a Bruselas y entrevistar a funcionarios del Parlamento y la Comisión Europea para la edición de su último libro.