“Dale, ahora te toca a vos”, escuchó que uno de los torturadores le decía a otro en una sala de la vieja Legislatura, mientras violaban a una mujer que estaba detenida por cuestiones políticas. Pero Belisario Albarracín Smith nunca quiso saber su nombre ni investigó para determinar de quién se trataba. “Fue muy fuerte para mí”, dijo.

El exestudiante de Arquitectura que para la época del golpe militar vivía en una casa cerca de la esquina de San Miguel y Libertador, fue el primer testigo en la última audiencia de la semana del megajuicio por delitos de lesa humanidad. Y relató que de todas las cosas que le tocó ver e incluso que le hicieron a él en carne propia, esa violación fue la experiencia más difícil que experimentó.

Pero como estaba encapuchado y con las manos atadas a la espalda, nunca pudo saber quiénes fueron los autores del aberrante hecho y menos acudir en ayuda de la mujer.

Albarracín Smith fue detenido a las pocas noches del golpe militar por un grupo que él identificó como del Ejército. Como era coleccionista de armas, tenía varias en su casa y se las llevaron a todas y nunca las recuperó.

“Me acusaron de que era el armero de Grasi Susini, pero éramos sólo amigos”, dijo el testigo, con referencia al exjefe de Policía del Gobierno de don Eloy Camus, también acusado por delitos de lesa humanidad.

Albarracín Smith supone que lo detuvieron porque unos días antes del golpe hubo un allanamiento en su casa por efectivos policiales por el tema de las armas, pero la intervención personal de Grasi Susini evitó que se las quitaran. En el operativo, un policía de apellido Allende quiso llevarse unas joyas de la familia, pero el testigo se lo impidió. Y por eso cree que, como represalia, cuando vino el golpe lo denunció y terminó preso.

Durante su detención, contó que los momentos más difíciles eran cuando los martes y viernes llegaba al Penal de Chimbas un grupo de militares, a los que no identificó, y torturaba a los detenidos en su propia celda.

“Nunca sabíamos a quién le iba a tocar y lo peor era escuchar los gritos de la gente”, dijo.

Como dato curioso, relató que un albañil en una obra que está haciendo en su quinta le dijo que había sido asistente del acusado Gustavo De Marchi, quien tenía por costumbre “sacar a las locas de un cabaret y encerrarse 4 o 5 días”. Y que le ofreció que le podía conseguir mujeres.

Otro testigo que declaró ayer fue Enrique Faraldo, secretario general del gremio de la Alimentación, quien fue director de Comunidades de la Capital y militaba en la Juventud Sindical Peronista. También fue torturado porque sospechaban que tenía armas de los Montoneros.