�“Gano 15 mil pesos y soy pobre, no tengo casa propia ni auto, visto decentemente pero nada más, no puedo viajar ni tomar vacaciones en la playa”, me decía un amigo que no es peronista pero sí admirador del gobierno de Cristina. La reflexión vino luego del escándalo que provocó el ídolo Carlos Tevez declamando sobre la desigualdad y extrema pobreza en Formosa. La existencia o no de pobreza y su magnitud divide a oficialistas y opositores como si fuera una categoría prohibida a los métodos de la ciencia social. Las diferencias de opinión van de cero al 30 por ciento de la población, siendo este número el que maneja la Iglesia. ¿Qué es un pobre?, preguntaba inocentemente un chico para recibir una respuesta cruda y triste de su madre: “Alguien como vos”. Esta pregunta naif da cuenta de un fenómeno bastante común entre nosotros, la confusión entre realidad y umbral de aspiración. Todos nos creemos clase media, posiblemente porque se nos educó para eso. Tan es así que se diseñan viviendas de 60 metros y se les llama “para la clase media”. Pablito, un joven periodista que trabajó conmigo de productor y luego viajó para formar familia en Estados Unidos, contó que, como tantos otros, comenzó trabajando en la limpieza de un supermercado por la mañana y acomodando autos por la tarde. No era considerado pobre, sino un marginal sin protección social ni dominio del idioma, lo cual no fue obstáculo para que en dos años pudiera comprar su departamento en largas cuotas por la misma plata del alquiler y conducir tres autos propios, sólo uno con dos años de antigüedad y los demás, nuevos. Había ascendido al rango de pobre. Un pobre mucho más rico que los clase media de aquí.
En nuestro país se calcula el índice de pobreza tomando el valor de un grupo de artículos denominado Canasta Básica Total, la cual incluye lo que el Indec supone es necesario para que una familia de cuatro integrantes, dos niños en escuela primaria, varón y nena, pueda tener sus necesidades satisfechas durante un mes. El número oficial viene siendo la cuarta parte del estimado por estudios particulares y el Congreso. Esa diferencia es la que se expresa luego en el porcentaje de pobreza que dan unos y otros.
Pero no es el único método, está también la que se llama pobreza relativa. Por ejemplo, el Banco Mundial, uno de cuyos funcionarios inventó el concepto “país emergente”, toma como base el salario promedio de países desarrollados y compara su poder de compra con el de otros países. Se llama entonces “país emergente” a aquél cuyos salarios tienden a aproximarse a los más ricos, “sumergente” al que va en sentido contrario y “flotante” al que se mantiene en el mismo lugar. Según este método, Argentina y Venezuela dejaron la categoría positiva para pasar a la negativa, Chile y Perú siguen emergiendo aunque lentamente y Brasil flota.
Otra forma se ensaya en USA. Allí la categoría de rico, clase media o pobre se mide según la cantidad de tiempo que una persona o familia puede pasar sin trabajar manteniendo la misma calidad de vida. Como se sabe y bien lo sabía mi amigo, trabajando por horas se vive al día, si no se trabaja a la mañana es posible que no pueda comer a la tarde. En otras jerarquías con soporte social, seguros u otros beneficios de que gozan los empleados con sueldo fijo, se puede subsistir algunos meses. Y hay gente que directamente no necesita trabajar o puede permanecer años sin hacerlo, ese es rico, tiene capital y gente que, directa o indirectamente, trabaja para él.
Volviendo a Tevez, el problema de negar la pobreza es que nadie pondrá remedio a una enfermedad que no existe. Por el contrario, de existir, es imprescindible determinar extensión y radicación con la mayor precisión posible. Ya que estamos con el tema de los ingresos, la violenta aparición de China en la economía mundial, obliga a tomar en cuenta sus datos y uno de ellos es el salario promedio. Es conocido que en los primeros años de la apertura al capitalismo, la República Popular basó su competitividad en lo que se llamó el dumping social, forma técnica de explicar que la falta de reglas gremiales comunes a los países de occidente, permitía producir manufacturas baratas al tener obreros en situación de cuasi esclavitud. Desde camisas hasta bicicletas, pasando por artículos de electrónica y de complejidad media, comenzaron a saturar los mercados y a destruir fábricas y empleos en países obligados por sus leyes a pagar más por el trabajo humano. Esa época parece estar llegando a su fin. Si bien China ofrece aún una paga baja que promedia los 400 dólares mensuales o entre 4 y 5 mil anuales, es el país en que el crecimiento del salario real más acelerado en el mundo. Apenas cuatro años atrás los sueldos alcanzaban los 250 dólares. Es posible que la reciente devaluación de su moneda tenga relación con la búsqueda de un nuevo punto de equilibrio para no perder espacio en el comercio mundial, dado que la baja de costos internos es una de las principales finalidades de una devaluación y el salario es parte central de esos costos.