Violar sus deberes y procurar para sí un lucro indebido. Por esas conductas procesó ayer el juez Benedicto Correa a Juan Brozina y Darío Tapia, los exempleados del Arzobispado que fueron denunciados por monseñor Alfonso Delgado como presuntos responsables de una estafa por una importante suma de dinero. El primero era contador y administrador de la entidad religiosa y está sindicado como el principal sospechoso de la desaparición de los fondos, pero él asegura que no se quedó con un solo peso, que las maniobras irregulares se las pidió el obispo para pagar gastos impropios de la Curia y que sería un escándalo si se sabe el destino del dinero. Hoy ampliará su indagatoria y promete dar los nombres de los que recibían la plata y detalles de una supuesta maniobra del Arzobispado para ingresar dinero al país “a espaldas de la AFIP”.
El procesamiento de Brozina se conoció cuando él mismo fue a notificarse a Tribunales en horas del mediodía y el de Tapia (era el tesorero) fue dado a conocer por fuentes vinculadas a la causa. La resolución complica a los involucrados, ya que el juez entiende que en la investigación constan elementos suficientes para acusarlos del delito de administración fraudulenta y responsabilizarlos del desvío de entre 500 mil y 700 mil pesos que eran del Arzobispado.
Es prácticamente un hecho que los procesados apelarán ante la Cámara Penal la resolución dictada por Correa. Si tienen éxito con ese planteo, serían desvinculados. Si fracasan, quedarían encaminados a tener que enfrentar un juicio oral y público.
La administración fraudulenta está tipificada en el artículo 173 del Código Penal y contempla una pena de 1 mes a 6 años de prisión, por lo que es excarcelable. El magistrado procesó a Brozina y Tapia por el inciso 7, que castiga a todos aquellos que teniendo a su cargo el manejo de bienes o fondos, violan sus deberes y procuran un lucro indebido para sí o para terceros. Aplicado al caso particular, aunque no se han conocido los argumentos de la resolución ni el rol que les asigna a cada uno, el juez interpreta que los imputados aprovecharon los cargos que ocupaban en el Arzobispado para desviar los fondos que en realidad tenían que custodiar.
Tanto Brozina como Tapia fueron denunciados por monseñor en febrero, por una estafa que detectaron en el Arzobispado en noviembre del año pasado a través de una auditoría. Según el obispo, olieron algo raro cuando les avisaron que el administrador no había pagado algunas obligaciones mensuales que tiene la entidad.
El caso mantiene en estado de convulsión a la Iglesia sanjuanina, sobre todo desde que el exadministrador dio su versión de los hechos en la Justicia y le concedió una entrevista exclusiva a DIARIO DE CUYO. Brozina reconoció que hizo transferencias de dinero del Arzobispado a su propia cuenta, pero al mismo tiempo aseguró que fue porque se lo pidió monseñor. Dijo que esa triangulación se hacía para pagar gastos indebidos y que él sacaba el dinero y se lo entregaba al obispo. Incluso, afirmó que con ese dinero la máxima autoridad de la Iglesia les daba ayuda a sacerdotes para obtener apoyo en sus decisiones y que si se supiera el verdadero destino de la plata, sería algo escandaloso.
Después de notificarse en el edificio judicial, ratificó aquellos dichos. Reconoció que lo que hacía estaba mal, insistió en que siguió órdenes de su superior (monseñor) y dijo que no denunció antes las irregularidades, porque quería preservar su trabajo.
El exadministrador asegura que tiene mucho más para decir. Hoy tiene previsto ampliar su declaración y lo hará por escrito. Frente a los periodistas que lo esperaban ayer, aseguró que dirá a quiénes les pagaba monseñor con el dinero que se desviaba y tiró una punta de una supuesta evasión de impuestos por parte del Arzobispado: habló de “dinero que se traía del exterior a espaldas de la AFIP”.
Ante las primeras acusaciones de Brozina, monseñor desmintió todo enérgicamente. Molesto, dijo que el exempleado estaba dando manotazos de ahogado y que su relato es producto de una gran novela que inventa.
La semana pasada, Delgado escribió una carta y les pidió a los sacerdotes que la leyeran en las misas del fin de semana. Entre otras cosas, sabiendo que Brozina planea ampliar sus dichos, en la misiva aseguró: “Quisiera advertirles también de posibles nuevas declaraciones rimbombantes de calumnias y mentiras del acusado respecto de miembros de la Iglesia, para seguir defendiéndose mediáticamente”.

