La historia de Julio Alfonso Maxit, el único sanjuanino que falleció en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, luego de ser capturado por las tropas nazis por haber formado parte de la resistencia francesa que combatió al régimen alemán, será rescatada en un libro que está escribiendo el abogado Marcelo Arancibia, exconcejal de la Capital.
Según datos confirmados por el Museo del Holocausto con sede en Buenos Aires, a partir de un acta de defunción francesa, Maxit nació en San Juan, no está determinado el lugar, el 24 de abril de 1894 y murió el 9 de enero de 1945 en Dachau, al Sur de Alemania. Arancibia se enteró del caso al leer un artículo del diario La Nación, que reproducía un informe de la Universidad Autónoma de México que señalaba que 23 argentinos murieron bajo la “solución final” del régimen nazi, de los cuales había 18 varones y 5 mujeres. Y que uno de los hombres era Maxit, un sanjuanino que había vuelto a Francia para pelear contra el régimen de Adolfo Hitler. Del hecho, ni siquiera la Sociedad Israelita de San Juan tenía conocimiento, según dijo su presidente, Leonardo Siere.
“Es una historia de un sanjuanino que no se conocía y quería contarla”, dijo Arancibia, un joven abogado de 44 años que también milita en política, en el GEN. Su libro, que todavía no tiene fecha de publicación, se titulará “Vida de Julio Alfonso Maxit”.
Según lo que ha podido reconstruir hasta ahora Arancibia, que quiere escribir una “historia novelada”, según sus propias palabras, Maxit habría vuelto a la Francia de sus antepasados, para radicarse en la ciudad de Vinzier, casi en la frontera con Suiza. Y tras la invasión del país galo por parte del régimen nazi, se sumó a la resistencia de ese país.
“De la vida de Maxit en San Juan no hay muchos datos, pero sin duda que se trata de una historia extraordinaria, digna de ser contada, porque ofrendó su vida por las nuestras. Es la historia del bien contra el mal”, dijo Arancibia.
Este sanjuanino provenía de una familia judía, que regresó a Francia, donde trabajó primero como chofer y durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de los nazis, se sumó a la compañía “FTP 93-24”, hasta que la Gestapo, la policía secreta de Hitler, lo atrapó el 20 de mayo de 1944. Luego fue deportado desde Compiègne e internado el 20 de junio de 1944 en el campo de concentración de Dachau. Allí fue registrado como el prisionero número 72.767, según los registros rescatados del propio campo de concentración.
Maxit murió el 9 de enero de 1945 en el campo de concentración alemán, se presume que fusilado, y su cuerpo fue cremado y las cenizas esparcidas en una fosa común.
“FTP 93-24” o francotiradores y partisanos, era el nombre que se le asignaba al movimiento de resistencia armada creado por el Partido Comunista Francés a finales de 1941. Era uno de los principales grupos de la resistencia en suelo francés, que luchaba contra el régimen colaboracionista de Vichy y las fuerzas ocupantes del Tercer Reich alemán.
La resistencia francesa no solo llevaba a cabo acciones de información, sabotaje y operaciones militares contra las tropas de ocupación, mayoritariamente alemanas, y contra las fuerzas del régimen de Vichy, sino que también sus integrantes incursionaban en la prensa clandestina, con la difusión de folletos, la producción de documentación falsa, la organización de huelgas y manifestaciones y la puesta en marcha de múltiples redes para el salvamento tanto de prisioneros de guerra evadidos como así también de desertores a los servicios de trabajo obligatorio, que debían cumplir los colaboracionistas de la ocupación nazi.
En mayo de 1944, Maxit cayó en manos de los nazis, como consecuencia de la infiltración de un doble agente en las filas de la resistencia francesa por parte de la Gestapo. Así fue que tuvo lugar la detención masiva de integrantes de los “FTP 93-24”, entre los que se cree se encontraba el sanjuanino. Luego fueron torturados y llevados al campo de Dachau (ver aparte).
“Si la maldad, como lo define Hannah Arendt, es un fenómeno de falta de juicio, Maxit, en la etapa más dramática de su vida, fue un hombre bueno, un ser humano con juicio, que se relacionó con otros para salvar al mundo del totalitarismo, es decir del régimen en el que el Estado promovía el crimen en masa y a escala global”, expresó Arancibia.

