Tras el caos social y económico que estalló en la provincia durante el último tramo del gobierno de Alfredo Avelín, San Juan comenzó un lento pero continuo regreso al orden institucional. El retorno a esa calma empezó a gestarse cuando el bloquista Wbaldino Acosta dejó su cargo como vicegobernador y juró como mandatario, el 26 de septiembre de 2006, luego de la destitución de Avelín. A diferencia de su antecesor, Acosta recompuso la relación con el Gobierno nacional, en manos del peronista Eduardo Duhalde, y logró que se destrabara el envío de fondos frescos. Eso le permitió pagar los sueldos atrasados a los estatales, que menguaron las protestas y manifestaciones, y cancelar las deudas que entorpecían el funcionamiento de áreas claves como salud y educación.

Acosta se hizo cargo provisoriamente del Ejecutivo provincial el 26 de agosto de 2002, después de que la Cámara de Diputados, en el marco del juicio político, suspendiera a Avelín en sus funciones. Pero el bloquista evitó sentarse en el sillón de Sarmiento hasta que finalizara el proceso, el cual culminó el 24 de septiembre de ese año. Dos días más tarde, Acosta juraba como gobernador en la Legislatura, lo que representó el regreso de un dirigente bloquista a la cúspide del poder en San Juan, tras 11 años.

Mientras duró la suspensión del caudillo cruzadista, Acosta mantuvo los primeros contactos con funcionarios nacionales (de la mano del entonces senador José Luis Gioja) y consiguió la promesa del entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, del envío de 50 millones de pesos para apaciguar la conflictividad social. Apenas asumió, el bloquista ya contaba con un guiño del presidente Duhalde: un decreto que le otorgaba unos 17 millones de pesos. Con esos fondos, la nueva gestión consiguió pagar los sueldos de los empleados públicos, repartir un porcentaje a los municipios y cancelar algunas deudas de la Obra Social Provincia y de los prestadores de Salud Pública.

Por otro lado, en su discurso de su asunción, Acosta buscó diferenciarse inmediatamente del líder de la Cruzada Renovadora. En su gestión, Don Alfredo enfrentó internas en el seno de la Alianza y perdió el respaldo en la Cámara de Diputados. Además, solía criticar a los jueces por los abultados sueldos que cobraban en plena crisis. Su predecesor, en cambio, tuvo el respaldo del Bloquismo y recompuso la relación con el poder Legislativo y Judicial. Bajo esa línea, buscó el consenso con todos los sectores.