Nadie sabía bien por qué se había detenido la obra de tamaño edificio. Algunos arriesgaban a decir que hacía 30 años que fue abandonado, mientras que otros hablaban de 40 años, e incluso el mito popular llegó a decir que estaba torcido o que el material utilizado no era el mejor. Y no faltó el que se despachó y aseguró que estaba embrujado, pero eso sí, era parte del paisaje urbano y estaba incorporado en las retina de los sanjuaninos que a diario paseaban por el centro. Para encontrarlo, basta con levantar la mirada al caminar por la vereda sur de avenida Libertador entre Gral. Acha y Tucumán, donde está en el interior de la Galería Laprida. Allí está, tan imponente como tenebroso, su esqueleto flaco y a simple vista frágil, estuvo al descubierto por al menos 50 años, pero hace unos 45 días que se empezó a ver obreros limpiando.
¿Lo van a demoler? ¿Están usurpando? No, nada de eso.
Una empresa sanjuanina adquirió la estructura -nadie sabe precisar quién fue el último propietario- y bajo la supervisión de la Dirección de Planeamiento de la provincia inició las tareas de consolidación y fundamentalmente, se sugirió alivianar la estructura, eliminando paredes interiores y una losa superior, para trabajar con "plantas libres", para poder destinarlo a oficinas.
Lo que en un principio no se puede modificar son los denominados sectores húmedos -bloques de baño y cocina- y la descarga de cloacas, aseguró un técnico de Planeamiento. El viejo edificio tuvo "novios", incluso algunos recientes, pero el paso del tiempo y las viejas normas constructivas con los que había sido edificado, según aseguró un reconocido empresario que conoció de punta a punta los planos, ponía por delante un trabajo de consolidación nada fácil que hasta el momento nadie se atrevía a realizar.
Quién lo empezó a construir en el año 1960 es un soviético de apellido Covensky que tenía la idea de hacer departamentos, del cual prácticamente no se conocen datos, excepto que hace décadas emigró a los Estados Unidos y si bien no hay fecha precisa, y basado en la última inspección de obra, se estima que en el "62 quedó abandonado.
Todas las fuentes consultadas por este diario coinciden que fue por una cuestión netamente económica por lo que se frenó la obra. Juan Manganelli, director de Planeamiento, dijo que "figura en archivo una especie de diferencia entre las reglas para construir de la época que teníamos en San Juan y el cálculo que hizo un ingeniero yugoslavo. Aparentemente esa diferencia generó en su momento algunas discusiones pero de ninguna manera fue el motivo de tal parate”, sentenció.
Otra de las versiones que década tras década pasaron de boca en boca es que el edificio estaba maldecido o tenía un embrujo, e incluso un incendio en la galería hace ya varios años dio más vida al mito popular, según contaron a este diario gente que trabaja en el paseo comercial donde se encuentra el edificio.
Entre las características que delatan la vejez de la estructura, es el tipo de hierro que se utilizó para las vigas y columnas, porque en ese entonces y hasta 1970, se trabajó con hierro liso -luego se estableció que debía ser de "acero conformado" o "corrugado" para que tenga mejor agarre al hormigón- y con divisiones interiores todas de material semiliviano como ladrillos cerámicos. Hoy se utiliza placas de yeso o Durlock (marca comercial) para ganar en economía, rapidez y principalmente reducir los pesos puntuales. La estructura cumple con las normas para ser considerada sismorresistente. Manganelli contó que este edificio y el hotel abandonado que nunca se inauguró, y que está frente al Correo Argentino (ver aparte) datan de la misma época y ostentan el mismo sistema constructivo.

