A los presidentes argentinos de la historia reciente les une un curioso rasgo: las complicaciones cardíacas que condicionaron su vida y, en el peor de los casos, precipitaron su muerte, según relata en un libro un reconocido médico del país.
El cardiólogo Daniel López Rosetti aporta en “Historia Clínica” una nueva mirada sobre algunos de los grandes personajes argentinos a través de su historial médico, en el que para entender las enfermedades que padecieron describe los antecedentes familiares y situaciones psicológicas y sociales que moldearon su personalidad y tuvieron una influencia importante en su salud.
Pero lo más interesante es que hace un paralelismo entre la historia clínica de tres fallecidos ex presidentes argentinos: el general Juan Domingo Perón (que gobernó el país entre 1946 y 1955, y un tercer mandato entre 1973 y 1974), Raúl Alfonsín (1983-1989) y Néstor Kirchner (2003-2007).
Los tres, que fueron grandes fumadores, “tenían la típica personalidad de cardiópata, los tres fueron pacientes cardiológicos y tuvieron problemas coronarios”, explicó López Rosetti.
El especialista aborda las complicaciones cardíacas que padecieron estos mandatarios y su correlación con acontecimientos políticos o sociales de los días previos, para justificar cómo “los eventos emocionales y el estrés que provocan en el paciente pueden desencadenar eventos cardiovasculares” que pueden desembocar en un desenlace fatal.
En este sentido, en el capítulo dedicado a Néstor Kirchner, López Rosetti, especializado en el tratamiento del estrés, aborda un tipo de personalidad o estilo de conducta, denominado “Tipo A” que, según varios estudios, caracteriza en su mayoría a políticos y directivos y que está estrechamente relacionado con las enfermedades cardiovasculares.
“El estrés crónico y sostenido en el tiempo, asociado a una condición de lucha y esfuerzo permanente, produce ciertas sustancias sanguíneas inflamatorias que hacen que las placas de ateroma se rompan y como consecuencias se produzcan accidentes cerebrovasculares y/o infartos agudos de miocardio”, señala.
En su opinión, el estrés explica en gran parte las complicaciones de salud del esposo y antecesor en el cargo de la actual presidenta, Cristina Fernández fallecido en octubre pasado.
Kirchner llevaba años cuidando su salud, había dejado de fumar, realizaba ejercicio aeróbico diario y seguía una dieta saludable, pero, como señala López Rosetti, a pesar de las tres intervenciones quirúrgicas previas al paro cardíaco que acabó con su vida en octubre de 2010, no modificó su ritmo de actividad, como le exigía su salud.
Aunque no aborda su historia clínica en profundidad, el autor compara las complicaciones médicas de Kirchner con las que padecieron los expresidentes Carlos Menem (1989-1999) y Fernando de la Rúa (1999-2001) durante sus mandatos.
Menem fue intervenido en 1993 por una obstrucción de la carótida derecha, la misma operación a la que sería sometido Kirchner 17 años después, en febrero de 2010.
Siete meses después, Kirchner volvió a ser hospitalizado y sometido a una angioplastia de urgencia para reparar una arteria coronaria obstruida, la misma causa que llevó al quirófano a De la Rúa en 2001 y, nuevamente, el pasado diciembre.
En el capítulo dedicado a Perón, López Rosetti detalla los dos infartos que padeció el general al regresar al país tras su exilio en España y las complicaciones coronarias que marcaron su último mandato y llevaron a su muerte, en julio de 1974.
Nuevamente, el especialista concluye que existió una “clara correlación” entre el deterioro de salud del ex mandatario y “eventos de estrés emocional negativo”.
Alfonsín, por su parte, “era un paciente cardíaco. Ésa era su predisposición genética, y sólo la aparición de otra enfermedad y el tratamiento médico que recibió evitaron que el desenlace fuera de origen cardíaco”, relata López Rosetti.
El ex presidente radical sufrió complicaciones cardíacas que condicionaron su vida política, pero no fueron fatales, como en el caso de Kirchner y Perón.
Fue finalmente un cáncer de pulmón el que causó su muerte, en 2009, cuando tenía 82 años. El dirigente había fumado mucho desde su juventud, entre un paquete y dos diarios, hasta los 50 años, cuando decidió terminar con su fuerte adicción al tabaco.

