El principal drama de los opositores del Senado consiste en que cada vez parecen estar más lejos de los éxitos, mientras el oficialismo va acumulando ventajas, que en la última sesión, sobre el uso de reservas para el pago de deuda, llegó a una diferencia de 12 votos.

El arco de partidos contrarios al Gobierno no pudo cumplir con las expectativas que habían creado de ser una mayoría permanente en condiciones de controlar los desbordes de poder del oficialismo y de promover leyes de mayor equilibrio republicano.

De continuar la tendencia de los primeros meses de 2010, el sector anti-K del Senado podría llegar a no estar en condiciones de respaldar lo que consigan sus pares de la Cámara de Diputados, con lo que se derrumbará el mayor esfuerzo de toda la oposición por tener una fuerte protagonismo político en el año previo a las elecciones presidenciales del 2011.

El problema de origen de la oposición es su gran fragmentación y dispersión política: los 37 iniciales estaban integrado por un bloque de 16 radicales, encabezados por Gerardo Morales, cuatro bancadas de dos miembros (los PJ Federales de San Luis, de Adolfo Rodríguez Saá; los PJ Salta, de Juan Carlos Romero; los PJ La Pampa, de Carlos Verna y dos cordobeses, de Luis Juez) y 13 individualidades, que expresan una amplia variedad ideológica y política.

El desafío era entonces coordinar semejante disparidad y hacer confluir a todos en un una misma dirección. El éxito parecía garantizado cuando acordaron un amplio temario de asuntos que se definía más que nada en eliminar lo que parecían los abusos de un gobierno acostumbrado a las mayorías automáticas y una serie de reivindicaciones federalistas.

Sobre esta plataforma se difundió una imagen de recuperación de valores, que a poco de iniciarse tuvo problemas: el primero, la dificultad de formar quórum, por la insistente ausencia de Carlos Menem, lo que fue resuelto con la entronización del ex presidente en tres comisiones estratégicas.

Los opositores sólo una vez lograron alcanzar el talismán del número 37, ocasión que aprovecharon para quedarse con una mayoría propia en todas las comisiones. Pero el tema persistió en varias sesiones, en las que los sectores anti-K hubieran podido aprobar una serie de proyectos, pero debieron posponerlo.

A la falta de quórum se le sumó de inmediato una especie de libre tránsito fronterizo que establecieron varios legisladores opositores, que colaboraron con la aprobación del pliego de la presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, por el voto de la santafesina Roxana Latorre y la abstención de Carlos Menem.

Las defecciones comenzaron a hacer estragos entre los críticos al Gobierno, cuando el pampeano Carlos Verna debió sacar de la galera un recurso legal sorpresivo para subsanar que la oposición carecía de los 37 legisladores para aprobar la ley de cheque y que le alcanzaba con una mayoría simple.

El hálito de salvador de la oposición le duró a Verna una semana: el pampeano, que había cuestionado el uso de DNU para el pago de reservas, ideó un proyecto que lo reemplazaba con un texto similar al Gobierno, al que se abrazó el oficialismo como una tabla salvadora y le agregó que el decreto quedaría sin vigencia cuando fuera aprobado por Diputados.

El debate, que se produjo la semana pasada, mostró la debilidad en que había quedado la oposición tras un activo trabajo del Gobierno para conseguir la neutralización de los votos opositores.

En la sesión del 5 de mayo, seis opositores aprobaron el proyecto oficialista (los pampeanos Carlos Verna y María Higonet, Roxana Latorre (PJ-Santa Fe), Graciela Di Perna (PJ-Chubut), Mara Bongiorno (Río Negro) y Samuel Cabanchik (ex CC-Capital).

Pero eso no fue lo peor: antes de concluir el debate de más de ocho horas, el jefe de la bancada radical, Gerardo Morales, acusó a su compañero de alianza, Carlos Verna, de vender virtualmente su voto, a cambio del pago de una vieja deuda de la Nación con La Pampa: "Esta debería ser llamada la ley de los 600 millones", le imputó en un recinto lleno de sorprendidos legisladores.

La denuncia fue respondida por Verna, que obtuvo la inmediata solidaridad del titular del oficialismo, Miguel Pichetto, pero lo cierto es que el incidente manifestó que existe mucho mar de fondo convulsionado en el seno del arco opositor.

En sólo dos meses, la oposición dejó de tener un solo problema y ahora deberá afrontar tres: a la fragmentación y dispersión iniciales, se le sumó una creciente fuga de votos y ahora además la instalación de sospechas entre la cúpula dirigente.

Esta semana no habrá sesión y seguramente será aprovechada por los líderes de los grupos opositores para definir una nueva estrategia que les ayude a recuperar los espacios que creyeron tener en la mano, pero lo perdieron en el camino.