Fue el insoportable malestar del menor de los niños, por entonces de 8 años, lo que destapó la terrible realidad. En octubre de 2012 lo llevaron al médico por sus dolores y un cuadro infeccioso, pero el tratamiento indicado no surtió efecto y el 22 de noviembre llegó de nuevo al hospital. Aquella vez, los profesionales optaron por un análisis de sangre y la revelación fue tremenda: sífilis, enfermedad de transmisión sexual. Entonces el resto de la familia fue examinada y el mismo resultado se dio en el hermano del niño, de 13 años, y en su tío albañil que ahora tiene 45 años.

La relación causa-efecto pareció más clara entonces, pero los niños no dijeron la verdad. Sólo el más chico dijo que su tío no le hizo nada, pero señaló a su hermano en un contacto sospechoso (ver aparte). Entonces el albañil quedó ligado al abuso del mayor de los chicos, porque todos los indicios y la evidencia lo complicaron. La principal prueba fue la declaración de un hermano mayor de los chicos, por entonces de 18 años, quien no dudó en señalarlo como autor del contagio y el abuso. Dijo que su tío es homosexual, porque a él lo había violado y contagiado en la casa que todos compartían en Chimbas, en la que ya no vive. Ese comentario más la versión de las hermanas de las víctimas de que los niños, sobre el de 13, se la pasaba todo el tiempo con su tío y que ese pariente siempre prefirió relacionarse con los chicos y no con ellas, sellaron la suerte del imputado.

Tanto, que ayer acordó un juicio abreviado a través de su defensor Gustavo De la Fuente con la fiscal Alicia Esquivel, en el que acepta haber cometido una violación agravada por la enfermedad que contagió y la corrupción del mayor de los chicos. También se muestra dispuesto a recibir 13 años de cárcel. El acuerdo debe ser ratificado ante el juez Ernesto Kerman (Sala II, Cámara Penal), quien debe resolver.