Tenía 20 años cuando parió a su primer hijo. Entrampada en el miedo y la angustia, ya había mentido: había dicho que el padre de la criatura era un compañero de trabajo en una verdulería, que no quiso hacerse cargo. En 2007, cuando el nene tenía 2 años, volvió a quedar embarazada pero al quinto mes de gestación lo perdió, de manera brutal: en medio de una discusión, su papá la atacó a trompadas y tan violenta fue la golpiza, que además sufrió peritonitis. A los 28 años tuvo a su segundo hijo y otra vez recurrió a la misma mentira: le atribuyó la paternidad a un obrero con el que trabajaba en la cosecha y nada quería saber con ella ni con el niño.
Nadie sabía que esos chicos eran hijos de su propio padre, que a los 12 años la había introducido al mundo del sexo diciéndole que él le enseñaría "cómo hacer las cosas bien". Y en la primera ocasión que quedó a solas con ella la arrastró hasta la cama para violarla. La amenazó diciéndole que si hablaba, nadie le creería. Y siguió violándola y actuando como si nada pasara.
Después de 24 años de abusos y violencia, la enésima discusión con su papá, en mayo de 2018, la animó y se fue de la casa, eso sí, solo con el menor de sus hijos porque el mayor prefirió quedarse con sus abuelos. Entonces tenía 36 años y pasó por las casas de distintos parientes hasta que en septiembre de ese año se fue a vivir con su pareja. Esa relación y el hecho de conocer a integrantes de la Asociación Amas de Casa, fue clave, porque se animó a denunciar.
Ocurrió el 27 de marzo pasado, después de quebrarse en llanto al ver en televisión a una niña que relataba cómo su papá abusaba de ella. Denunciar fue toda una liberación, pero entonces ya era otra, ya sentía que tenía lo que nunca tuvo: amigos, una pareja, la relación con otras personas que su papá siempre le negó.
Los detalles del tormento que significó sufrir a su padre durante 24 años, estremecieron a los pesquisas judiciales. En ese relato, contó cómo ese albañil que hoy tiene 64 años le daba un té para que perdiera el primer embarazo. Cómo la encerró para que nadie supiera de ella, negándola al mundo externo.
Porque ese albañil, hacia afuera, se mostraba como alguien trabajador y buen padre, pero puertas adentro imponía las reglas de su dictadura, en la que sus hijos eran cosas suyas de las cuales podía disponer, según describieron los psicólogos que lo abordaron. Los psicólogos también confirmaron que la mujer mostraba dañinas huellas psíquicas a causa de los abusos sexuales y que debía ser tratada con urgencia, indicaron fuentes judiciales.
Ahora, la mujer espera Justicia un poco más aliviada, ya con un tercer hijo de ese hombre que supo comprenderla, respetarla en su dolor y apoyarla para dar la vuelta más importante de página en su vida.
Y ya recibió una señal de que parte de su drama será sancionado: su padre seguirá detenido porque el juez 30 (Primer Juzgado de Instrucción) lo procesó con prisión preventiva, en base a pruebas tan contundentes, como el estudio de ADN a uno de los hijos de las víctima, que arrojó un índice de 99.999% de certeza de que su padre es también padre de ese chico.