Por su retraso mental, Y.D. (32) poco entendía cuando cerca de las 8 del último lunes tres hombres encapuchados entraron a su casa. Estaba sola, recostada. Su marido se había ido hacía unos minutos a trabajar. Apenas logró despabilarse, intuyó que otra vez se trataba de un asalto, como el que había sufrido hace casi un mes, en el que terminó quebrada de un patadón. Y no se equivocaba, pero esta vez fue mucho peor, porque además de robarle algunas cosas la golpearon, violaron y humillaron sexualmente, según su propio relato, confirmado por fuentes judiciales.
La víctima recibió a este diario cerca de las 12 de ayer. Estaba todavía acostada y dijo que iba a seguir así todo el día, porque los dolores que sentía en sus partes íntimas prácticamente no la dejaban ni moverse.
La vivienda está ubicada en una zona semirrural de Santa Lucía. En realidad se trata de un viejo depósito de una finca que le prestan a su marido hace aproximadamente un año. Ellos lo ambientaron como pudieron pero las condiciones en general son deplorables, con decir que la cama es un bloque de cemento con mantas arriba.
A ese lugar entraron los delincuentes luego de abrir un portón corredizo, que estaba sin llave. El marido de la víctima, que a esa hora estaba en su trabajo en otra finca, señaló ayer que su sospecha es que los sujetos ya iban con la idea de ultrajarla, pues lo primero que hicieron fue sacarla de la cama, arrojarla al piso y desvestirla. "La zamarrearon como un trapo", dijo, mientras buscaba un vaso con agua para que tome la pastilla que le dieron en el hospital para evitar infecciones vaginales y enfermedades de transmisión sexual.
"Me han violado todos, me han lastimado por dentro", interrumpió ella, un tanto alterada. "Me han pegado en las nalgas, han sido esos que vinieron con unas cosas negras en la cara", agregó. La mujer cobra una pensión y está medicada porque padece retraso mental y epilepsia. Su pareja explicó que tiene una mentalidad de niña pero que entiende gran parte de las cosas.
La víctima fue accedida vía vaginal y fue obligada por los delincuentes a practicarles sexo oral. Dijo que no tenían armas de fuego ni cuchillos, pero que estaban muy violentos. "La desnudaron, pusieron unas mantas en el piso y ahí la empezaron a violar. Ella dice que les ha tirado con el cajón de plástico, capaz por eso se han puesto malos", planteó el hombre.
Los sujetos no huyeron con las manos vacías. Empacaron la poca mercadería que había en la casa (paquetes abiertos de arroz, yerba, azúcar y fideos, y una botella de aceite), algunas prendas de la víctima y los $4.000 que le quedaban de su pensión, que los estaba guardando para el tratamiento que tiene que hacer por la quebradura que sufrió en el anterior ataque. Los delincuentes escaparon corriendo y dejaron a la mujer tirada en el piso, desnuda y con tiritones. Cuando juntó fuerzas, salió a pedir ayuda, envuelta en un toallón. Luego fue trasladada al Hospital Rawson.
El ataque anterior
Fue sobre las 11 del pasado 28 de abril, cuando dos delincuentes encapuchados y con cuchillos aprovecharon que la mujer estaba sola para entrar a la casa. Le llevaron $2.000, dos pares de zapatillas y también algo de ropa y mercadería. Pero para eso la golpearon tanto que llegaron a romperle la rodilla izquierda de una patada. Actualmente todavía tiene esa pierna inmovilizada, que no fue un impedimento para la violación. "No quise hacerles nada pero igual me pegaron", dijo aquella vez.

