Ponía frazadas sobre las cortinas para que no mirara por las ventanas. Si salían, ella debía mirar siempre hacia abajo para no cruzar la vista con nadie. Trataba por todos los medios de que no recibiera visitas ni de su propia familia, y si eso ocurría se molestaba y exigía exclusividad: "o los atendés a ellos o me atendés a mí". Prohibirle tener fotos de su difunto marido, denigrarla, insultarla y recordarle que mataría a sus hijas de a una delante de ella, eran parte de una siniestra trama de sometimiento contra esa mujer, que lo había acogido en su casa y le tenía mucho miedo, con razón: su nueva pareja le exhibía una pistola 9 mm que cada noche ocultaba bajo su almohada y dos navajas, una de ellas en la mesa de luz. Dar órdenes a todos en la casa y ufanarse ante los familiares de ella detallándoles cómo era su trato sexual, era otro toque de su incorregible machismo.
Patricia Garramuño (48, viuda, costurera) había conocido esa nefasta cara del jubilado Juan José Pelayes (68) luego de dos años, cuando le permitió quedarse en su casa días después del 11 de marzo pasado, tras ser detenido por violencia de género contra su expareja.
No imaginaba que casi un mes después de convivencia, las cosas empeorarían hasta un punto de no retorno. El 10 de abril pasado, alrededor de las 4, Pelayes se despertó y se sentó en la cama. Ella le preguntó qué pasaba y él respondió que nada, que se iba a fumar. Unos 10 minutos después ingresó a la habitación, la tomó del hombro y se le subió arriba. Sacó de la mesa de luz la navaja y le dio un puntazo en el hombro derecho. Dejó la navaja y la atacó a trompadas y tomó de nuevo el arma dispuesto a terminar con su vida. Le pasó la navaja por la garganta y luego se la clavó en la zona de la yugular, donde la revolvió con una frase que describió su aversión por las mujeres: "te voy a abrir y te voy a vaciar, porque a mí una mujer no me jode nunca más", sentenció.
Patricia zafó como pudo y se arrastró hasta la habitación de sus nenas para pedir ayuda. Pero hasta allí llegó Pelayes y la llevó de nuevo a su dormitorio para luego ponerse a fumar. La hija mayor de Patricia y otros familiares llegaron enseguida y la encontraron desnuda y ensangrentada. "Ahí la tienen", les dijo Pelayes. Luego intentó justificarse: "sólo me defendí, ella me atacó primero". Y para hacer más creíble su relato, se autoprovocó una lesión en la mano y otra en el cuello.
Pero su intento de fingir el ataque de una sumisa mujer, quedó completamente frustrado. En opinión del juez de Instrucción Guillermo Adárvez, esa madrugada Pelayes cometió un intento de homicidio doblemente agravado, lo procesó con prisión preventiva y le trabó un embargo de medio millón de pesos en sus bienes, dijeron fuentes judiciales.