Fue un descuido. Jorge Bustos, un municipal de 59 años que vive con su familia en calle Roselot, cerca de Alem, en Capital, cerró una puerta de la cocina y dejó abierta una ventana de vidrio de ese acceso. ‘Como tiene rejas no pensé nada raro’, dijo el hombre. Pero cometió un error que le salió muy caro: dejó la llave puesta en la cerradura de esa puerta y se fue, a las 19 del sábado. Cuando regresó con su mujer a las 3 de ayer, encontró el primer signo de que algo no estaba bien en la casa. La luz de su dormitorio estaba encendida y cuando trató de ingresar, los sillones del living estaban trabando las puertas. ‘Por la luz pensé que era mi hijo, pero la moto en la que anda no estaba. Cuando vi los sillones detrás de la puerta ahí caí’, contó Bustos.

Ladrones aprovecharon su ausencia de 8 horas y su descuido para dar el golpe. En la habitación matrimonial los malvivientes revisaron cada rincón buscando objetos de valor. De ese sector sustrajeron dos collares de perlas que le regalaron a su esposa hace unos años en un viaje a España, una cámara de fotos y la llave de la moto. La habitación de su hijo tampoco se salvó. De un escritorio, sacaron una lata que estaba entre medio de unos desodorantes. Allí ocultaba el muchacho $12.000 ‘con la idea de construir un departamento arriba de mi casa’, dijo Bustos, indignado por el primer robo que sufrió en su casa.