“Asesino, hijo de p…”, fue el repudio que más se repitió entre la catarata que le descargaron en la cara a Martín Camargo. Fue ayer sobre el mediodía, cuando el sujeto salía de Tribunales para ser trasladado otra vez al penal de Chimbas, donde está detenido desde que se entregó, el 8 de julio pasado, para ser investigado por su posible vinculación al crimen del exboxeador Guillermo Romero. El hombre fue atacado en la puerta de su casa en Santa Lucía el 6 de febrero de 2011. Salió porque lo llamaban, pero cuando le prestaba atención a quien le hablaba otro sujeto se le acercó por un costado y le dio un tiro. Murió 14 días después.
Camargo fue ayer al Cuarto Juzgado de Instrucción para volver a declarar como sospechoso ante el juez Maximiliano Blejman. Esta vez el magistrado cambió la calificación del delito que le atribuyen, pues entendió que tuvo una “participación principal” en un homicidio agravado por la alevosía.
Según fuentes judiciales, el juez entiende que, de las pruebas, se desprende que Camargo fue clave en la situación de indefensión a la que fue sometido Romero cuando lo atacaron dos sujetos en moto, aún no localizados.
Camargo se abstuvo de declarar sobre el nuevo delito que le imputan. Antes, había negado cualquier relación y también los problemas que le atribuyen haber tenido con la víctima. Incluso dijo que eran como amigos.
Para la familia de la víctima fue todo lo contrario. Aseguran que Romero tuvo dos focos de problemas con su exvecino ahora detenido: haberlo denunciado por vender drogas (era un testigo encubierto) y haberse opuesto firmemente a la relación que el sospechoso intentaba tener con su hija, por entonces de 15 años.

