Escenario. El hermano de la víctima, ayer, en la cama donde encontraron a su hermana al borde de la muerte, tras ser violada y golpeada.

 

Manuel Alejandro Miranda (41) era uno más de la familia. Esa confianza le había dado el dueño de casa, un rancho en el que más de una vez se quedó a almorzar a la mitad de su jornada laboral en una finca pegada a esa precaria casa. Allí vivían un jubilado (89) con un problema de parálisis a causa de un ACV y uno de sus 8 hijos, una mujer de 57 años con un leve retraso mental. Tan estrecha era la relación de Miranda con esa familia, que otro hijo del anciano llegó a ser cuñado suyo: armó familia con una hermana de Miranda, hasta que se separó. Pero a primera hora del lunes pasado, esa relación tan cercana se rompió para siempre, por una situación inesperada de brutalidad, prácticamente homicida contra esa mujer: sufrió un ataque sexual con algún objeto y fue desfigurada a golpes. Y Miranda quedó en la mira como principal y único sospechoso de ese violento ataque.

"Nosotros no somos gente de tomar venganza, confiamos en la Justicia. El culpable es él y queremos que pague, que viva en carne propia lo que le hizo a mi hermana, no tiene perdón de Dios. Todavía no puedo creer lo que hizo, lo conozco desde niño… no sé qué se le cruzó por la cabeza", dijo ayer Aldo, un hermano de la víctima, que se recupera de las terribles lesiones que sufrió en su casa en una finca a un costado de Calle 8, entre Lemos y Mendoza, en Pocito.

 

Aún no puedo creer lo que hizo, lo conozco desde niño… no sé qué se le cruzó por la cabeza

ALDO – Hermano de la mujer atacada 

Allí vivía sola la víctima, pues su padre había sido atacado también el 24 de diciembre del año pasado y desde entonces se había ido a vivir con otra hija. Según Aldo, su padre nunca le dijo quién lo había golpeado en el costado izquierdo de su cuerpo, y ahora el hombre no descarta que haya sido el mismo Miranda.

"Fue un milagro que lo detuvieran ese día como a las 3.30", dijo ayer. Según el hombre, a esa hora, una patrulla de la seccional 7ma recorría el cruce de los callejones donde vive su hermana, porque el dueño de la finca donde trabajaba Miranda había reclamado seguridad por el robo de cebolla. Fue en ese patrullaje que vieron una moto tirada al lado de un árbol cercano al rancho. Enseguida se acercaron a la casa del sereno de la finca, pero el hombre les dijo que no era suya y ya estaban por cargarla en una camioneta policial cuando apareció Miranda por un costado del rancho de la víctima, nervioso y con la ropa manchada con sangre. Fue el preludio de un cuadro más espantoso, pues dentro del rancho la mujer agonizaba tendida en su cama, en medio de un charco de sangre.