Zapatos taco aguja, número 38, negros con lunares azules y negros. Por increíble que parezca, ese calzado símil animal print representa una pieza clave en la investigación que hoy tiene al caucetero Jonathan Mario Gómez (31) en el Penal de Chimbas, procesado con prisión preventiva por delitos graves: para el juez Guillermo Adárvez, las pruebas acreditaron la sospecha de que promovió y facilitó mediante violencia y amenazas, la prostitución de su expareja con al menos cinco sujetos, y que la coaccionó con la publicación de los videos de esas citas sexuales para que no lo denuncie, dijeron fuentes judiciales.
La defensa apeló ante un tribunal superior para intentar revertir el fallo.
En su denuncia, la víctima dejó constancia que en todos esos encuentros sexuales era obligada a ponerse esos particulares zapatos y que Gómez se los quitaba y los volvía a guardar en su auto al término de cada reunión. Tan sorprendente pero cierta resultó esa mención, que cuando el magistrado ordenó allanamientos, los zapatos estaban efectivamente en el auto de Gómez, y el joven no supo explicar por qué los tenía, precisaron.
La denunciante también reveló que en casi cada una de esas salidas forzadas, Gómez estaba presente y grababa todo con su celular, para amenazarla luego con mostrarle a sus padres o hacer públicos esos videos sexuales, precisaron.
RELACIÓN VIOLENTA
Cinco años habían estado en pareja, hasta que la joven decidió poner un punto final a la relación por episodios de violencia que la llevaron a denunciarlo. Y también por las singulares inclinaciones sexuales de su entonces novio, pues comenzó a decirle que debían hacer tríos y una vez descubrió que había conseguido la clave de su cuenta de Facebook y usaba esa red para ofrecerla a otros sujetos, o invitar a sus propias amigas a tener relaciones sexuales.
Aquella vez dijo basta. Y para que no tener problemas con sus padres, se mudó a la casa de su abuela, pero allí llegó Gómez poco más de una semana después de la separación.
Según la denuncia, esa vez se apareció y sin decirle palabra la tomó del brazo y la metió al auto. "Tengo algo para vos", le dijo, e instantes después pasaron por la esquina de una farmacia a buscar a un amigo de Gómez, con el que partieron a un hotel alojamiento. La bajó a los empujones -dijo-, la obligó a ponerse los zapatos y la tomó de los brazos para que no se resistiera mientras el otro sujeto le sacaba la ropa. En una esquina, se puso a ver y a grabarlo todo con su celular. Nada le dijo de vuelta, tampoco le dio dinero, y fue obligada a devolver los zapatos.
Luego de esa primera vez, la joven comentó que intentó matarse con veneno para ratas. Unos días después, supo que le había vuelto a usar el Facebook para pactar una cita sexual con un excompañero de trabajo de ella. Esa vez fue traslada en el auto por Gómez hasta la casa del "cliente", pero ella le explicó todo a ese hombre, quien entendió la situación y le dio dinero para que no tuviera problemas con Gómez, reveló.
En la última ocasión, el 31 de enero de 2020, volvió a sacarla de la casa de su abuela. Le dijo que iban a hacer un trío con una amiga, pero pasaron a buscar a un sujeto y partieron hacia un descampado.
Allí, ella se negó a practicarle sexo oral al desconocido. Por eso Gómez la bajó del auto a los empujones y aceleró, pero ella se colgó de la manija interna de la puerta y fue arrastrada unos 100 metros -explicó- hasta que se soltó. Cuando quedó en el piso, Gómez hizo marcha atrás, la obligó a devolverle los zapatos y partió, dejándola sola, descalza, con lesiones en un hombro, la cadera y una rodilla, según el expediente.
Aquel final con más violencia de la esperada fue lo que la llevó a pedir ayuda en el área de la Mujer del municipio de Caucete, donde la animaron a poner la denuncia de todos esos episodios que había sufrido, y así lo hizo el 17 de febrero del año pasado.
Cuando los psicólogos que escucharon su relato, lo evaluaron como altamente creíble y revelaron otros indicadores, como el menoscabo en su autoestima, el daño emocional que le había dejado esa relación violenta, pesadillas, ansiedad, el miedo y la necesidad de estar acompañada todo el tiempo.
Los delitos que le atribuyen a Gómez tienen un mínimo de 10 años de cárcel. Por eso la defensa apeló la resolución del juez para intentar revertirla.