Yani estuvo a punto de levantarse cuando escuchó la seguidilla de estruendos, pero su marido Antonio la inmovilizó en la cama con una explicación: ‘No es acá’, le dijo. Y a Yani le resultó lógico, porque en su barrio, Los Pinos, en Chimbas, los disparos durante la noche suelen ser moneda corriente. Además, en su casa habían celebrado un bautismo en el que Yani fue la madrina y recién se acostaban, muy cansados. La sorpresa se la llevó al otro día, cuando una clienta llegó a buscar una camisa de niño que estaba exhibida en la vitrina de su pequeña tienda y notó los inconfundibles huecos que habían dejado los balazos.
‘Equivocadamente hicieron esto, no hay respuesta de qué se trata… nosotros no tenemos problemas con nadie. Por lo que dicen, a lo mejor se confundieron de casa porque querían atacar a un vecino que es testigo de un crimen’, dijo ayer Yani Rubilar, una chilena que hace 42 años vive en Argentina y lleva más de 30 en ese barrio chimbero.
Por las vainas servidas que encontraron (cinco en total) y los daños causados por las balas, los policías de la seccional 23ra supieron que el arma usada fue una pistola calibre 22 y efectuaron 7 disparos. Y aunque formalmente no vinculan ese ataque ocurrido en la madrugada del domingo con un apriete a un testigo de un crimen, la principal hipótesis es que esa era la idea de los delincuentes.
El homicidio en cuestión es el de Ezequiel ‘Jalita’ Díaz (23), ultimado de un tiro en el pecho en la puerta de una fiesta en una casa del barrio La Estancia, Chimbas, el pasado 10 de enero.
Aquella vez, los policías reconstruyeron la secuencia aproximada de cómo ocurrió todo. Y así supieron que el fallecido tenía problemas por drogas con un sujeto de apellido Flores (prófugo), quien buscó vengarse junto a su hermano Renzo (ya detenido) y otros cinco sujetos: el conductor del auto que está preso y otros cuatro prófugos, dijeron fuentes policiales.

