La fiscal Marcela Torres le pidió ayer al juez Miguel Dávila Saffe (Sala I, Cámara Penal) que condene a un obrero a 24 años de cárcel por manosear y violar a su hija adolescente (entre los 15 y los 16 años) durante el año y medio que convivió con él, causándole daños mentales muy graves, pues a causa de esos ataques la joven (hoy de 18 años) intentó suicidarse, fue diagnosticada con un cuadro de esquizofrenia paranoica y deberá tratarse (con terapia y medicación) por el resto de su vida. Al cabo de su alegato, la representante del ministerio público también solicitó que la pareja del acusado y otras dos hijas que tuvo con esa mujer sean investigadas por su presunta complicidad en los delitos sexuales, pues ellas fueron las primeras en enterarse por boca de la jovencita de la grave situación ‘y no hicieron nada’. Además, la fiscal pidió al magistrado que dos testigos (una presunta pariente de Quiroga y una supuesta amiga de la víctima) sean investigadas por falso testimonio. Y que sancione al defensor del imputado, Julián Gil, por su ‘deslealtad procesal’, por ‘obstaculizar’ el proceso con su actuación en el caso.
Para la fiscal, no hay dudas de que el jornalero cometió los delitos de abuso sexual simple y abuso sexual con acceso carnal, agravados por el vínculo, por tener la chica menos de 18 años, por la situación de convivencia y, sobre todo, por el grave daño en la salud mental de la víctima.
A su turno, el defensor Julián Gil solicitó la absolución lisa y llana de su cliente o, en todo caso, por el beneficio de la duda, pues entendió que la joven ya presentaba problemas de conducta y era tratada psicológicamente antes de ir a vivir con su padre a los 15 años. Y remarcó que no existía un informe médico que certificara lesiones. También solicitó al juez que rechace el planteo en su contra y que sancione a la fiscal por ‘amedrentar e intimidar’ a los testigos y por tomarse el caso ‘como algo personal’.
En su réplica, la fiscal negó haber intimidado a los testigos y negó también haber tomado la causa como una cuestión personal.
El caso había sido denunciado el 16 de septiembre de 2020 en el Anivi. En ese centro de abordaje para niños y niñas víctimas de delitos, la chica contó que estaba muy ilusionada y tenía 15 años cuando se fue a vivir con su padre biológico y su pareja, que todo marchó bien al comienzo hasta que comenzó a manosearla y violarla ‘dos o tres veces por semana’, primero los fines de semana cuando se embriagaba y también cuando estaba sobrio. Es más, contó que la pareja de él los echó de la casa una vez que lo sorprendió atacándola y que cuando se mudaron a la casa de su abuelo paterno, siguió sometiéndola.
Ya en el juicio, reiteró cómo eran esas agresiones y las amenazas a las que recurría su papá para que no hablara, pues si decía algo ‘él iría preso y ella a un loquero o a una tumba’.
Sin embargo se mostró indulgente con su progenitor: ‘Cristo nos enseña a perdonar y yo perdono a mi papá por todo el daño que me causó, que sea muy feliz y que yo también sea muy feliz’, dijo ante el juez y ante su padre, que durante toda su declaración no pudo sostenerle la vista y bajó la cabeza.
Ahora, resta conocer la decisión final del juez.