Escuchar la palabra perpetua desató en el acto una expresión de festejo, con aplausos, con lágrimas. Fue una celebración amarga, dolorosa, de esas que no dejan una completa satisfacción. Porque la pena máxima que los jueces Silvina Rosso de Balanza, Maximiliano Blejman y Juan Bautista Bueno (Sala II, Cámara Penal) impusieron al puestero Angelo Castillo Cortez (23), no les iba a devolver a su amada Pamela Rodríguez, esa jovencita que apenas tenía 17 años y murió desangrada por el certero puntazo que Castillo le asestó en la yugular la madrugada del 23 de febrero de 2020 luego de meterse a la casa de ella en el barrio Bicentenario, en Calingasta.
De todos modos sirvió: "Era la condena que esperábamos", alcanzó a decir Andrea Lorena, la madre de la víctima, mientras se fundía en un abrazo con su familia en la sala de juicio. Instantes después, un nutrido grupo de mujeres (la mayoría de la agrupación Amas de Casa) celebraron ruidosamente ese resultado, que había buscado el fiscal Daniel Galvani, cuando pidió perpetua para Castillo por homicidio doblemente agravado, por el vínculo que había mantenido con esa chica (1 año y 4 meses de convivencia, un hijo en común) y la violencia de género.
En sus alegatos, el defensor de Castillo, Mario David Morán, había intentado desligar a su defendido o atenuar la condena, pero su intención no prosperó. Ahora, tendrá la posibilidad de reclamar ante la Corte de Justicia.
Castillo y Pamela vivían en casas contiguas en el barrio Bicentenario. Se conocían de siempre hasta que decidieron entablar una relación sentimental que, desde el comienzo, estuvo marcada por la conducta posesiva, celosa y violenta del joven. La madre de la víctima llegó incluso a poner en duda que Pamela hubiera perdido su primer embarazo a causa de esos ataques, que siempre concluían con ella en el piso y Castillo pateándola, le contó al tribunal.
En enero de 2020 la joven consideró que la situación no daba para más y se separó. Se fue a la casa de su madre, pero el ahora condenado no dejó de hostigarla y más de una vez le escucharon decir que si no estaba con él no estaría con nadie. Y el 23 de febrero de aquel año cumplió su palabra. Se metió descalzo por el fondo, atravesó el dormitorio de la madre de Pamela que dormía con la puerta abierta por el calor, se montó sobre ella y luego de morderla y golpearla, le cortó el cuello. Hubo un grito desgarrador y la joven sólo atinó a preguntar por su bebé. Un par de horas después, moría en el hospital a causa de la gran hemorragia.