‘Era lo que esperábamos’, fue lo único que pudo decir, con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas, Daniela Martínez, antes de fundirse en un abrazo con su hermano Armando y su abogada Carolina Gianinetto. La emotiva reacción se produjo ayer, inmediatamente después de que los jueces Maximiliano Blejman, Víctor Hugo Muñoz Carpino y Silvina Rosso (Sala II, Cámara Penal), dieran a conocer que condenaban a prisión perpetua a Mario Gómez (39) por el homicidio agravado y el robo agravado por el uso de un arma impropia cometidos contra el papá de los hermanos Martínez, Francisco (70 años, comerciante), ocurrido entre las últimas horas del 24 y la primera hora de Navidad de diciembre de 2019, en su casa de calle Centenario casi Misiones, en Chimbas.
Así, el tribunal compartió los argumentos de la fiscal Marcela Torres y la abogada de los Martínez, para considerar que esa vez Gómez mató a ese vecino al que ocasionalmente le hacía trabajos domésticos, dándole 7 violentos golpes con un palo en la cabeza, con la intención de robarle (la familia Martínez supone que pudo tener unos $200.000) y asegurar la impunidad en ese delito.
Un cotejo de ADN positivo entre el patrón genético de la víctima con sangre encontrada en una chinela y un pantalón corto de Gómez. Una vecina que lo vio salir tres veces de la casa en del fallecido aquella noche. Y el hecho de que el ahora condenado prefiriera quedarse en su casa en lugar de pasar las fiestas con su mujer y sus hijos en otro lugar, fueron parte de las pruebas que Fiscalía consideró claves contra el imputado.
El defensor de Gómez, César Jofré, pidió la absolución por el beneficio de la duda por homicidio simple. Es que, a su entender, no se acreditó que Martínez tuviera dinero y dijo que no era creíble que una vecina viera a Gómez tres veces una noche en la que no había luz por las históricas ráfagas de viento y que no le viera el palo del crimen, que nunca apareció. También le resultó prueba insuficiente que su cliente solo presentara una mancha de sangre de Martínez en su chinela y otra en la parte trasera de su pantalón corto, cuando debió haber quedado ‘empapado de sangre’. Hasta manifestó sus dudas sobre la contaminación de la prueba y para eso remarcó un dato para nada menor de la causa, que ‘enojó mucho’ a Fiscalía: la desaparición de un sobre con los pelos que tenía en una mano la víctima, cuando se defendió. Esos cabellos nunca pudieron ser localizados y hubieran sido claves para una prueba de ADN.
Ahora, el defensor podrá reclamar ante la Corte de Justicia.