No puede contener ese llanto que parece nacerle del pecho y se arremolina en su garganta antes de salir, entrecortándole las palabras. Se hace un ovillo en sí misma cuando trae a su memoria esa maniobra que nunca quiso ejecutar y, sin embargo, pareció presentársele como una única alternativa en medio del ataque de su pareja, marcándola para toda su vida. Esa imagen, amarga, borrosa, es la de ella, empuñando un cuchillo, anteponiéndolo cuando él se le venía encima, para seguir golpeándola, molesto, indignado porque -según la mujer- ella se había opuesto a que siguiera tomando cerveza, pues al otro día tenía que trabajar en una finca y no quería que perdiera el presentismo. Todo pasó alrededor de las 5,30 del 12 de diciembre de 2020, en la casa que esa mujer, la jornalera Ester Villalobos (38), tiene en la Villa Santa Rosa, Ullum. Y ayer culminó con un juicio, en el que admitió haber cometido un homicidio "en estado de emoción violenta" (según los psicólogos) contra Jorge Francisco Cortez (40), un hombre con el que convivió unos 3 años de los 6 que duró la relación sentimental. Y en ese acuerdo, aceptó cumplir 3 años de prisión, pero sin encierro, porque justamente esa "emoción violenta" es -según expertos- un estallido emotivo tan intenso, que nubla la razón y le impide al autor el dominio pleno de sus acciones. Y para la ley penal, opera como un atenuante a la hora de analizar la conducta del homicida, como en este caso.
"Estoy muy arrepentida, nunca quise matarlo, no hay día que no le pida perdón a él y a toda su familia", dijo Villalobos sin dejar de llorar, tras salir del juicio abreviado que logró a través de su defensora, María Filomena Noriega, con el fiscal Daniel Galvani. Y que ratificó ante el juez Maximiliano Blejman de la Sala II de la Cámara Penal (secretaría de Claudio Romero). El magistrado decide ahora si acepta o no el acuerdo y, si lo hace, qué pena imponer.
Seis meses pasó presa en el Penal de Chimbas la jornalera, hasta que finalmente fue excarcelada porque las psicólogas detectaron que había quedado profundamente afectada y que, el día del hecho, actuó desbordada.
Para entonces, los investigadores contaban con pruebas de que la relación entre esos dos jornaleros no había sido muy buena. Es más, había evidencias de que ella sufría violencia, sobre todo psíquica, porque él era muy celoso, no dejaba que se pusiera ropa ajustada, le prohibía juntarse con amigas y, si salían a algún baile o reunión, llegaba al extremo de acompañarla hasta el baño o le exigía que le pidiera permiso, informaron fuentes judiciales.
Esas manifestaciones de violencia se producían cuando él consumía alcohol, como aquella madrugada en que fueron al cumpleaños de una hermana de ella y luego la siguieron en un pool, hasta que Villalobos empezó a decirle que no tomara más porque debía trabajar. Y él aceptó, pero se fue de esa juntada insultándola, y prometiéndole: "Ya vas a ver cuando lleguemos a la casa".
Allí la discusión siguió y la mujer fue atacada a golpes (lo estableció un médico que la revisó), hasta que se armó de un cuchillo, que perforó apenas 3 centímetros en el pecho de Cortez. Y lo sentenció, porque justo le tocó el corazón.