Antonela (19) no puede evitar romperse al hablar de su padre. Como si le quemara el alma saber que no lo tiene. Trata de mirar hacia otro horizonte pero hay momentos en los que inevitablemente se detiene a pensar. Y el fuego se aviva, la brasa recrudece. Especular con el porqué es quizás lo peor. ¿Por qué a él? ¿Y si se demoraba dos minutos? ¿Y si el del auto no hacía eso? Son preguntas que se sigue haciendo hoy, a un mes del día más triste de su vida, ese perverso 5 de mayo en el que cerca de las 22.30 a ella y a su familia les empezó a hacer ruido que Ángel Javier Noguera (52) no llegara a la casa. "Mi mamá se metió a la página del diario y vio publicada la noticia del accidente", recuerda. A esa hora los portales ya hablaban sobre un múltiple siniestro con víctimas fatales en la Ruta 40, en Ullum, a la altura de El Villucum, que involucraba a un Fiat Argo, un VW Gol Trend y una Chevrolet S-10. "Era el lugar donde había ido mi papá y la misma camioneta. Mi mamá llamó al celular de él y atendió un hombre. En un momento soltó el celular y vino corriendo a mi pieza para decirme que había tenido un accidente… la vi pálida y se desvaneció en mis brazos". Fue un baldazo, un shock inesperado. Volaron al Hospital Rawson lo más rápido que pudieron y de entrada la situación no parecía estar tan mal. "Cuando estábamos esperando que nos dieran alguna noticia recuerdo que salió un médico que nos dijo que mi papá estaba bien pero que tenían que seguir analizándolo. En ese momento se me alivió el alma y más conociéndolo a él, porque sabía que no se iba a rendir si en verdad era así". Pero poco después de la medianoche la suerte de Ángel Javier quedó echada para la eternidad. Desde ese instante para ellos el mundo fue otro, la vida tiene otro sentido.
"Estamos tratando de sobrellevar su partida pero no creo que se pueda superar. Solamente queda vivir con los lindos recuerdos que tenemos de él", confiesa Anto, su mimada de siempre, que admite que encuentra refugio en terapia y en las salidas con amigos. "Trato de hacer mi vida lo más normal posible aunque el dolor me esté comiendo por dentro", dice, con cierta tranquilidad.
La serenidad se interrumpe cuando se pone sobre la mesa la mecánica, el cómo fue, el quién fue el responsable. De inmediato aparece la bronca, la impotencia. Según las pericias, el conductor del Argo desató la tragedia al intentar sobrepasar a una Mitsubishi. Ese hombre se llamaba Miguel Ángel Rodríguez (37) y volvía a Jáchal con su familia de un cumpleaños. No sobrevivió, tampoco su hija Luana (9) ni su suegra, Dominga Garay (58). El impacto con la camioneta de Noguera fue frontal y muy fuerte. Con decir que los frentes de ambos vehículos quedaron prácticamente borrados, como la causa, que con la muerte de Rodríguez se encamina a pasar al archivo. "Con el rencor no hacemos nada, no pienso mucho en que alguien tenga que pagar en vida por lo que pasó. Pero me da mucha bronca lo imprudente que puede ser una persona arriba de un auto. Mi papá se conocía el camino de memoria, nunca me imaginé que le podía llegar a pasar algo así. El otro hombre fue un inconsciente, creo que una persona con dos dedos frente manejando en una ruta no hubiese hecho lo que hizo", lamenta.
Y vuelve a recordar a su padre: "Era una persona tan querida por mucha gente. Realmente se hacía querer, yo creo que se lo ganaba. No hay momento en que no lo piense, extraño cada momento que pasé con él, sus "bolaceos" y hacernos reír cuando hacía enojar a mi mamá. Ella es la persona más fuerte que conozco, aunque estemos destrozados le pone todas las ganas para vernos bien, para poder salir adelante como a mi papá le hubiese gustado".
La cabeza contra la almohada es quizás el momento más duro, cuando los recuerdos vuelan en la mente. "Necesito soñar con mi viejo, alguien sabe si puedo hacer que eso pase?", tuiteó Antonela a principios de mes. Ayer reveló que lo pudo hacer, pero fue como si el salero cayera completo sobre la herida: "Soñé que me pedía un abrazo… me rompía en mil pedazos".