Que policías y delincuentes estén en veredas opuestas y se enfrenten a diario es normal. Que los malvivientes se animen a cruzar la línea para atacar a su eterno rival en su propia casa, no. Y justamente eso ocurrió ayer, alrededor de las 7, cuando al menos un sujeto en moto se apostó cerca del ingreso a la subcomisaría Cipolletti, en Chimbas, y descerrajó un disparo de escopeta (suponen que de fabricación casera) que llenó de postas de acero el marco y el cristal blindado de la puerta. Cuando el personal de guardia salió, sólo escuchó el sonido de una moto alejándose. Unos 40 minutos después, los uniformados llegaron a una casa vecina por una pelea en una fiesta, y enseguida persiguieron a dos sujetos que detuvieron en un barrio contiguo. Uno de los ellos, un menor, tenía un cartucho de escopeta similar al que usaron para atacar la sede policial, pero por orden judicial, el menor no quedó vinculado al ataque, dijeron en la Policía.

Entonces quedaron planteadas varias hipótesis sobre el móvil del escopetazo, desde un simple atentado al voleo hasta las más complejas, como que pudo ser una suerte de bronca por tres operativos policiales recientes en los que hubo alrededor de 25 detenidos, informaron en la Policía. En uno de esos procedimientos fue baleado un policía que justamente estaba de servicio ayer en la madrugada.

Entre las conjeturas, también se incluía la posibilidad de que el disparo a la subcomisaría tuviera relación con la detención del agente Pablo Manrique, que trabajaba en esa sede policial y había sido apresado en los últimos días con otro efectivo y un gendarme por el caso de los narcopolicías.

El único antecedente de un ataque a esa subcomisaría había sido una pedrada contra la misma puerta en 2014, indicaron.