Para que la víctima no sospechara y percibiera todo como normal, la maniobra le fue presentada como un juego: el de ‘La Caperucita Roja’, fue uno de los que mencionó. La cara oculta de ese plan que se ejecutó entre junio y septiembre de 2012, cuando la niña tenía 13 años, y fueron los manoseos en partes íntimas que recibía y los besos que intercambiaban: la víctima mencionó haberlos dado en los genitales del sospechoso. Esa era la parte silenciada, pues el imputado le decía que era un secreto entre ambos y no debía contárselo a su mamá porque se iba a enojar, según consta en el expediente.

Y funcionó. Pero hubo un detalle que se le escapó al sospechoso: la nena no tuvo problemas en contarlo en la dirección de personas con discapacidad (dependiente de Desarrollo Humano), donde su mamá la había llevado a renovar el carnet: la víctima tiene síndrome de Down, una alteración genética que provoca anomalías físicas y origina retraso mental y problemas de crecimiento.

Cuando el caso llegó a su mamá, hubo denuncia. Y esa denuncia incluyó el revelación de la mamá de que en el teléfono de su expareja (la relación duró 1 año y 7 meses) había encontrado unos 80 videos pornográficos, incluidos algunos con niños, aunque no hubo forma de probarlo pues no secuestraron el teléfono indicado por la mujer.

De todos modos las pruebas complicaron al sospechoso. Porque el relato de la nena fue creíble y así se dio por acreditado que la manoseó al menos en dos ocasiones: una vez que su mamá la mandó a cambiarse de ropa para ir a la escuela. Y otra en que la mujer le pidió a ese sujeto (de apellido Maradona, de 33 años) que la fuera a buscar a la escuela y a la salida se la llevó a otra parte.

Por eso el juez subrogante en el Cuarto Juzgado de Instrucción, Benedicto Correa, procesó a Maradona por abuso sexual agravado por la convivencia, pero sin prisión preventiva, pues ese delito es excarcelable. El médico comprobó que la pequeña no había sido violada, dijeron fuentes judiciales.