"Es cierto que en mi pasado me drogaba y robaba… pero a mi mamá siempre la cuidé… existieron discusiones como en todas las familias pero no la maté", dijo ayer por última vez ante el tribunal Juan Eduardo Echegaray (29). Sus palabras, sin embargo, no surtieron el efecto que esperaba, porque la conclusión de los jueces Silvina Rosso de Balanza, Maximiliano Blejman y Víctor Hugo Muñoz Carpino, fue la misma a la que llegaron la fiscal Marcela Torres y el abogado de la parte querellante Osvaldo Ontiveros: Echegaray debía recibir prisión perpetua por un homicidio agravado por violencia de género, cuyo punto más violento ocurrió sobre las 20 del 29 de noviembre de 2018 en la casa de la víctima, en el barrio Aramburu, Rivadavia. Allí, en medio de una discusión, el joven roció con alcohol a su madre adoptiva Liliana Loyola (64) y le prendió fuego porque no le quería dar plata, al parecer, para comprar drogas. Aquel cuadro de profundas quemaduras en el 40% del cuerpo que le dejó ese ataque, finalmente le provocaron la muerte 41 días después, el 9 de enero de 2019, por un cuadro infeccioso que derivó en una falla multiorgánica.
"Estoy plenamente conforme", alcanzó decir con los ojos enrojecidos por la emoción el abogado Omar Loyola, hermano de esa empleada judicial que siempre trató de proteger a su hijo. Y que, según psicólogos, tuvo un grave historial de violencia en su contra, pero creía en Dios y nunca buscó suicidarse.
La defensora oficial, Mónica Sefair, había pedido al tribunal anular la acusación e inclinarse por la teoría de un accidente que sufrió la mujer, porque en una misma mesa de luz tenía alcohol y velas y eso pudo provocar la explosión que la quemó. Y que no la mató por la rápida intervención de su hijo, que la llevó hasta la ducha y en ese momento la salvó. Ahora, podrá reclamar ante la Corte de Justicia.