No era la primera vez que el exgendarme cometía un ataque sexual: el 7 de junio de 2007 había recibido 3 años de prisión sin detención efectiva en Tierra del Fuego, donde vive, por ese tipo de delitos. Y ayer admitió ante un juez que cometió al menos cuatro abusos contra una nena (entre los 7 y los 11 años) que es pariente directa de su hermano. Ese reconocimiento de haber delinquido fue una de las partes salientes de un juicio abreviado que logró a través de su defensor oficial César Oro y el ayudante de defensoría, Lucas Quiroga, con la fiscal coordinadora de la UFI Anivi, Valentina Bucciarelli, y el ayudante fiscal Mario Quiroga. En ese pacto, el excentinela (hoy de 61 años) también ratificó su intención de recibir 7 años y 6 meses de cárcel, por dos casos de abuso sexual gravemente ultrajante y otros dos de abuso simple. El castigo que aceptó fue el que finalmente le impuso el juez de Garantías, Eugenio Barbera, al homologar el juicio abreviado.
El magistrado dispuso también, como acordaron las partes, que el ahora condenado sea detenido preventivamente en Tierra del Fuego hasta que el fallo en su contra quede firme.
Los hechos que complicaron la situación de ese exgendarme habían sido denunciados el 3 de mayo pasado por la madre de la niña en el Anivi. En esa sede judicial la menor (hoy de 16 años) contó ante los psicólogos que esos ataques fueron al menos cuatro, que ocurrieron durante los veranos, cuando ese pariente venía desde el sur del país a visitarlos. La primera vez -detalló- ocurrió cuando la llevó al cine y le introdujo los dedos. La misma experiencia se repitió en otra ocasión en que fueron en el vehículo del abusador a dejar a un pariente y fue atacada al regresar. La tercera vez ocurrió cuando compartían un día de camping y le tocó los genitales en una pileta. Y la última vez en la casa de su abuela, cuando se acostó a su lado y la obligó a tocarle sus genitales.
En principio, dos de esos hechos podían considerarse como violaciones por la introducción de dedos, pero fueron calificados como abusos gravemente ultrajantes porque al momento de las agresiones regía otra ley, más benigna para el imputado.
Angustia, ansiedad, asco, inseguridad, miedo a que la toquen y un marcado rechazo a los hombres fueron parte de los síntomas de abuso detectados en la menor por los psicólogos que la entrevistaron, y concluyeron que no mentía ni había sido inducida por nadie.
Otras pruebas que complicaron a ese hombre fueron el informe sobre las lesiones en sus genitales y el hecho de que el exuniformado no volviera más a San Juan tras saber que había sido denunciado.
Ayer quedó preso en Tierra del Fuego, donde continuará detenido cuando quede firme el fallo en su contra.