Los policías de la seccional 18va de Albardón, dirigidos por el comisario inspector Ángel Carrizo, recababan las pruebas del caso para que un juez resuelva si el camionero debe o no ser procesado por la muerte de Jesús Quilpatay.

 

Hacía tres meses que la rutina y la vida de Hugo Jesús Quilpatay (21) habían cambiado. Porque a su vida llegó Natasha, su beba que hoy cumple 3 meses. Porque la responsabilidad de haberse casado y formar una familia lo sacaba muy temprano de la cama para ir a trabajar. A las 5 estaba en pie, se tomaba unos mates con su esposa, mimaba a su beba y partía en moto a un largo recorrido: salía de la casa de sus suegros en el barrio Ricardo Colombo, en Las Lomitas, Albardón, llegaba a la sede de la constructora que lo empleaba en Rawson, y de ahí volvía a salir en algún vehículo junto a otros albañiles rumbo a Sarmiento, donde construyen una escuela. Cerca de las ocho de la tarde, estaba otra vez en su casa. Cuando podía, se hacía lugar para ir a una iglesia evangélica. Ayer, Jesús intentó repetir su viaje al trabajo pero no avanzó mucho: cuando circulaba en su Maverik 110cc hacia el Sur por Tucumán, por alguna razón no percibió a tiempo el camión Iveco con acoplado estacionado frente a la bodega Fecovita (unos 100 metros al Norte del cruce con Italia), en Albardón, y el tremendo impacto sin frenar contra la parte trasera del acoplado decretó su fin. Eran alrededor de las 6,15 de ayer.

 

Jesús Quilpatay (21) estaba casado y era padre de una beba.

 

Minutos después, sobre las 7, un tío de Jesús, Paulino Zunino, se estremeció junto a su esposa al pasar en camioneta por un costado de ese joven fallecido. Iban al hospital Rawson para una consulta de la señora con el urólogo, y nunca imaginaron que ese joven era su sobrino.

Ayer, Zunino, que también fue camionero, era uno de los más dolidos y molestos por la tragedia. ’Desde que esa bodega está, siempre fue el mismo problema: en época de cosecha estacionan a ambos lados de esa calle que es angosta y casi no tiene banquinas. Uno tiene que pasar en zig zag porque en la bodega no habilitan un playón para que los camiones estacionen adentro. Era sabido que una cosa así iba a pasar en cualquier momento y lamentablemente nos tocó a nosotros, pero es hora de que tomen medidas y hagan algo para que no le pase a nadie más’, dijo el hombre.

Hugo Quilpatay padre (Jesús era el mayor de sus siete hijos) también estaba muy quebrado. ’Esto no tendría que haber pasado. Nos dijeron que el chofer le pidió al guardia pasar adentro de la bodega para dormir en el camión, pero no lo dejaron entrar. Y se quedó afuera, estacionado invadiendo la calle, sin conos ni balizas… todo esto es muy doloroso’, dijo el hombre.

El chofer de ese camión, el santafesino Mauro Daniel Cifre (27) habría dicho que llegó a la bodega Fecovita en la noche del jueves, que pidió entrar con camión y todo y, como no lo dejaron, se quedó en la puerta. Ayer estaba preso, sospechado de cometer un homicidio culposo.