Desde que en el escenario del ataque se coló la versión de que adentro del banco Macro había más de un delincuente y "tenían armas", se disparó un operativo impresionante: se ordenó a la Policía aislar la cuadra y controlar la circulación vehicular, pedirles a los vecinos que se resguarden. Chequear las patentes de algunos vehículos (hubo un caso de un auto de Santa Cruz). Y extremar cuidados: todos con chalecos antibalas, incluidos los funcionarios judiciales y del Ejecutivo que llegaron a seguir de cerca la evolución de ese episodio que prometía alto voltaje, sin descartar toma de rehenes y enfrentamiento armado. Así, debieron ponerse chaleco antibalas los dos coordinadores de la UFI de Delitos Especiales, Iván Grassi y Adrián Riveros, el fiscal de Flagrancia Alberto Martínez. También el secretario de Seguridad Carlos Munisaga, el jefe de Policía Luis Martínez, los demás altos jefes policiales y subalternos afectados a la sorpresiva situación.

Según fuentes policiales y judiciales, una vez tomados esos cuidados, los primeros en ingresar fueron los uniformados del GERAS, con armas largas. Fue el momento de mayor tensión. Minutos después, se sumaron varios uniformados armados y así pudieron dar con un delincuente, un chico de 16 años (con domicilio en Santa Lucía) al que bajaron de la estructura del cielo raso del techo, donde había escondido. Adentro, había dejado un desastre.

Pero lejos de calmar los ánimos, el menor alimentó la teoría de "un cómplice". Y entonces cada resquicio de esa entidad bancaria situada al 341 Este de avenida Libertador, en pleno microcentro, fue revisada, sin éxito.

 

EL HECHO

La trama del gran asalto que no fue, pudo reconstruirse recién cuando se reconectaron los cables que alimentaban de electricidad cortados por el menor. Así accedieron a las cámaras de seguridad, en las que se ve que el chico (con antecedentes de consumo de drogas) iba pasando cuando traspasó la puerta de los cajeros, la trabó por dentro y empujó con su hombro la puerta de ingreso al banco. En ese momento, un cliente intentó realizar un depósito, pero como no pudo y vio la puerta abierta de la entidad, dio una vuelta y avisó a la Policía. En paralelo, las alarmas se activaron y llegaron los primeros uniformados, pero al cabo de unos minutos eran más de 50.

Sobre las 5 de ayer, el menor era sacado del banco con el magro botín que no pudo llevarse: una computadora y un talonario con cheques. Y al mediodía de ayer, el fiscal Iván Grassi dictaminaba que el caso pase a la Justicia de Menores con el sospechoso de causar un revuelo inesperado.