Un año atrás, la vida de Daniel Caballero (14 años, alumno de primaria, catequista) cambió. Cuando sus padrinos le regalaron una guitarra, la pasión de su vida, hasta comenzó a mostrar notables avances en el aprendizaje, dificultoso a causa de un trastorno de nacimiento: la dislexia, un problema para leer y comprender correctamente un escrito. Apenas la tuvo, empezó a tocar con amigos, después en un academia y un mes atrás, por su habilidad, consiguió un cupo en las clases gratis que da el municipio de Rawson en el conocido edificio "El Coloso", dijeron sus familiares. Allí llegó el viernes en la tarde con todas las ganas, como las que mostró cuando salió rumbo al baño, alrededor de las 19.30, desde el primer piso hasta la planta baja, tocando, cantando, tarareando. Pero esa tarde el destino le reservaba una grave encrucijada: cuando salía del sanitario, un sujeto se le abalanzó a toda carrera, le manoteó la guitarra con intenciones de robársela, pero Daniel se aferró con todas sus fuerzas. Su empeño, sin embargo, por poco no le costó la vida. Sin intentar redoblar esa resistencia, el delincuente sacó de entre sus ropas un objeto punzante y lo clavó hasta el mango en el abdomen del jovencito (la boca del estómago), que quedó tendido en el piso, redoblándose, sangrando.
Entonces hubo una carrera a mil para llevarlo al hospital Rawson y una operación de urgencia, porque la herida era muy profunda: "El médico me dijo que metía los dos dedos hasta donde le topaban y que tuvieron que abrirlo porque no sabían si había dañado algún órgano. Por suerte no le dañó ninguno, pero podrían haberlo matado", dijo ayer angustiada Mónica Valdez, la madre de Daniel. Y reclamó: "una persona así no puede estar suelta, si por una guitarra casi mata a un niño, cualquier otro chico está en peligro".

