"Cama, cama, achí, achí", repitió el niño, de 4 años, cuando su mamá le preguntó qué había pasado. El gesto del nene con clara alusión a haber usado el encendedor en el dormitorio, fue alejándola de la duda. Y el hecho de ver una silla en un lugar que no estaba, junto a la alacena sobre la que había dejado el encendedor, la acercó mucho más al convencimiento de que ese pequeño, jugando, había sido el autor del desastre que tenía ante sus ojos: un incendio que había terminado con todo lo que tenían, cosas que había conseguido junto a su marido con mucho esfuerzo a lo largo de 20 años.
Incluido el lavarropas que terminó de pagar hace dos meses.
Por eso Gabriela Cortez (38) apenas contenía las lágrimas ayer. "Lo único que agradezco es que mis hijos están bien, que el más chico y travieso que tengo pudo salir a la calle. Lo demás puede recuperarse, son cosas, duele pero vamos a salir adelante", dijo ayer.
Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos minutos antes de las 8 de ayer, en la casa que Gabriela alquila hace 3 años con su marido César Fernández (trabaja en Santa Fe) en Amán Rawson al 372 Sur, en Villa Cenobia Bustos, Rawson. Según la mujer a esa hora fue a dejar a la escuela que está a cuadra y media, a tres de sus cinco hijos (uno de 12 años y gemelos de 7). Y no se llevó al menor porque dormía. Cuando volvió todo ardía y ya no pudo hacer nada. Camas, mesas, sillas, el televisor, la heladera, el lavarropas, un freezer, toda la ropa y el calzado de los niños fueron arrasados por el fuego, que se multiplicó rápido por un techo de machimbre.
Sin nada. Gabriela Cortez (38) mira desolada los escombros en su casa. Si alguien desea colaborar con la familia, puede llamar al 155131400.