"Miedo". Luego de arrollar a la víctima y llevarla unos metros sobre el capot de la Renault Duster que guiaba, Lorena Vera (32) se fugó, al parecer, por miedo. Casi una hora después, se entregó.

 

María Ester Medina tenía pensado ir ayer a preguntar por enésima vez en la Clínica Santa Clara, cuándo le iban a dar turno a su amiga Emilia Teresa Moreno para operarla de esa fisura en el tobillo que padecía hace 8 meses, contó la mujer. Pero nunca pudo hacer ese trámite: el lunes a la noche, Teresa se empeñó en salir a comprar un analgésico para aliviar sus dolores óseos y se fue justo cuando María se metió al baño. Cuando salió y no la halló, se subió a la moto con un vecino y empezaron a buscarla. No anduvieron mucho para encontrarla, eso sí no como María esperaba: a poco más de una cuadra, sobre calle Centenario, en Chimbas, se acercaron a ver quién era la mujer que habían atropellado y ya con ver los gomones de Teresa tirados en el asfalto se imaginó lo peor. María se abrió paso entre la gente, llegó hasta el cuerpo de su amiga, la llamó por su nombre varias veces, la abrazó y la sacudió para ver si reaccionaba, pero no hubo caso.

Ocurrió alrededor de las 22 sobre Centenario y Gobernador Rojas, una cuadra al Este de Mendoza, en Chimbas. A Teresa la atropelló una Renault Duster, que Lorena Vera (32) guiaba al Oeste por Centenario. Luego del impacto, Vera se fugó (por miedo, habría dicho) y casi una hora después se entregó en la Seccional 17ma dijeron fuentes policiales.

Emilia Teresa Moreno, víctima.

Una vida difícil

Tenía 69 años y una jubilación de ama de casa Teresa Moreno, para quien la vida no había sido sencilla. De niña había sufrido menigitis y a causa de esa enfermedad le quedó un peligroso cuadro convulsivo, que de la nada la tumbaba al piso. También tuvo marido y tres hijos, pero por esas cosas de la vida debió partir de su casa y por un tiempo anduvo por la calle, durmió en las plazas y mendigó para poder sobrevivir.

Hasta que el destino puso en su camino a su amiga de la infancia María Ester Medina y con ella encontró cobijo y un afecto incondicional. Vivió con ella un par de años en el Barrio Ferroviario, en Capital, hasta que a María le dieron una casa en el barrio Las Alondras, en Chimbas, y allí pasó con ella los últimos 6 años. Allí, su amiga le consiguió medicamentos para sus convulsiones y la cuidó para que ya no saliera más a la calle. "Yo le compré novalginas pero quería Diclofenac y no esperó a que yo le consiga, se fue cuando entré al baño y mire la desgracia, pobrecita", dijo María, dolida.