En caliente, nadie sospechó: porque era lógico que el hombre se pusiera a cuidar la casa de su vecina luego de ver la puerta rota y a un sujeto alejarse con una bolsa negra. Era normal también que se ofreciera a atestiguar en la causa que se abrió por robo y que acompañara a los policías hasta Inteligencia Criminal por si identificaba, en fotos, a ese sujeto alto y canoso que dijo ver. Era de esperar que le prestara plata a la vecina afectada por el percance (le habían llevado un TV y los únicos $800 que tenía), para que arreglara la cerradura.

En frío, aquella excelente puesta en escena inicial del vecino, comenzó sin embargo a mostrar grietas. Cabo suelto 1: ese día habló de que el ‘delincuente’ intentó llevarse un reproductor de DVD y un equipo de sonido, pero esos aparatos y sus cables no tenían huellas de haber sido forzados. Cabo suelto 2: a la hora del robo, media mañana, ningún otro vecino ni testigo vio bajar las escaleras y salir del edificio a un sujeto similar.

Ese análisis fino de las circunstancias, al final inclinó las sospechas contra del ‘solícito’ vecino y su actitud de haberse quedado a cuidar la casa, fue interpretada como la salida más elegante a su supuesta intención de intentar saquearla aquel 6 de mayo pasado.

Así lo entendieron los policías de la Seccional 1ra al mando del comisario inspector Carlos Castillo. Y también el juez de Instrucción Benedicto Correa, que ordenó allanar el departamento de ese vecino, José Garramuño (42), el C del quinto piso del edificio ubicado al 670 Este de Laprida, en Capital.

No fallaron: Garramuño tenía el TV led de su vecina, la estudiante universitaria Carolina Camargo (20). Y $700 de los $800 que había perdido: los $100 que faltaban, eran los que le prestó tras el robo, informó la Policía. Así, la maniobra del vecino pareció un tiro de taba, con la suerte cambiada en la última movida.