Si el suboficial retirado del Ejército Julio Guillermo Sánchez (60) quería causar un gran susto, lo consiguió. Lo que quizá no imaginó fue que esa maniobra de intimidación pergeñada para que su exmujer aceptara recomponer su destruida relación, levantaría tal revuelo que, en el acto, un enjambre de policías y expertos en explosivos de Bomberos llegaron para comprobar si era o no cierto que la casa de la mujer podía volar en pedazos. Esa fue la amenaza contra el hijo de la mujer, pues ella no estaba.

La versión policial es que Sánchez fue detenido por policías del Comando Radioeléctrico Sur (el cabo Osvaldo Verón y el agente Víctor Díaz), apenas el hijo de la dueña de casa, identificado como Mario de la Vega salió a la calle a pedir ayuda.

Y que enseguida se hicieron presentes en el lugar (calle Vidart, metros al Sur de Doctor Ortega, en Rawson), un grupo de expertos en explosivos de Bomberos dirigidos por el subcomisario Raúl Castro.

Entonces se descubrió que, a simple vista, había razones para tener miedo. Los policías descubrieron que dos de los envoltorios no revestían mayor peligro pues se trataba de un caño de PVC rellenado con escombro y dos tapas de desodorante sin relleno pero con un argolla simulando una granada. Pero el artefacto de mayor tamaño era en realidad parte de una munición de guerra en desuso.

En Bomberos aseguraron que no podían dar ninguna información sobre las primeras pericias al aparato. Pero otras fuentes policiales precisaron que se trata de una ojiva de mortero y que, al parecer, en su cavidad contiene trotil y otra sustancia explosiva. Y que por la cantidad de esos químicos se trataría de una munición para maniobras de entrenamiento militar.

Según las fuentes, Sánchez quedó libre ayer (su ex ya había pedido protección en la Policía) y ahora el juez evaluará, en base a las pericias, si cabe imputarle o no portación de munición de guerra, además de amenazas.