Había sido entrenador en las inferiores de rugby de uno de los hijos de la familia y por eso lo conocían y lo trataban con mucha confianza en la casa. Asistía a los asados que armaban allí ese joven y sus amigos, y más de una vez se había quedado a tomar mate. Pero en esos encuentros comenzó a suceder algo que no se esperaba: acechaba a un hermano de su amigo y, cambio de dinero, consiguió que el menor (entre los 14 y 15 años) consintiera distintas prácticas sexuales (masturbación, sexo oral), situación que se prolongó alrededor de un año.
Había sido justamente ese hermano del chico el que husmeó su celular y descubrió los primeros contactos. Al indagar qué buscaba, su exentrenador de rugby en Huazihul, Gerardo Alferillo (32, alias "Polilla Gebro") le dijo que sólo quería saber cuándo su hermano jugaba al hockey, para ir a verlo.
Pero varios meses después, el mismo joven volvió a curiosear el teléfono de su hermano y los mensajes que allí encontró lo indignaron. Los pasó a una computadora y a un pendrive, los imprimió, increpó a Alferillo y se los mostró a sus padres, que en el acto entrevistaron a su hijo y el menor le confesó todo.
El 17 de agosto de 2016 hubo una denuncia policial contra Alferillo. También una confrontación en la obra social donde trabajaba, en Capital, que pasó del reclamo a gritos a un intento por ajusticiarlo.
También hubo una queja formal al club, donde se tomó la decisión de desafectarlo en el acto y pedirle a todos los jugadores infantiles que lo sacaran de sus contactos en redes sociales.
Más tarde, el propio Alferillo admitió ante un juez la existencia de esos encuentro sexuales, pero insistió en la idea de que todo fue consentido por el menor. Entonces fue procesado por corrupción de menores, pero quedó libre porque no se detectaron agravantes en el delito que le atribuyeron, precisaron.
Al llegar a juicio, Alferillo decidió acordar proceso abreviado a través de su defensor, Leonardo Villalba, con la fiscal Leticia Ferrón de Rago.
En ese acuerdo aceptó 3 años de pena de ejecución condicional (en libertad) por corrupción de menores. Y fue el castigo que le impuso el juez Ernesto Kerman (Sala II, Cámara Penal) quien suspendió la ejecución de la condena durante 2 años, tiempo en el que deberá someterse a las reglas de un patronato de presos, abstenerse de consumir alcohol y drogas, y no cometer nuevos delitos. Vulnerar una de estas obligaciones implicaría volver a ser detenido.
Actualmente, Alferillo vive en Mendoza, donde fue a parar tras el escándalo, dijeron fuentes judiciales.