Micaela Frías (19) lavaba ropa en el fondo. Su hermanita Emilce (10) pasaba la escoba dentro de la casa, un único ambiente de adobe con techo de cañas y palos. Habían pasado unos minutos de las 17 del sábado, cuando el trajín diario fue destrozado de cuajo por una tremenda explosión que tumbó a la niña. A partir de ahí todo fue desesperación, porque al estruendo le siguieron unas llamas implacables a causa de los combustibles y los artículos de limpieza que vendía la familia y porque las cañas y los palos del techo sirvieron para multiplicar el fuego. El drama más angustiante, sin embargo, fue Carlos Jeremías, el hijo menor de 6 meses de Micaela (la mayor tiene 3 años y estaba con sus abuelos paternos) atrapado en el único dormitorio, pues la ventana estaba cerrada y cubiertas por rejas. Fue ahí que apareció el hermano de 14 años de Micaela, Esteban, que estaba cerca, en la casa de un tío. Ambos se quemaron pero lograron romper la rejas y las ventana por la que Esteban se metió para rescatar al pequeño. Y lo consiguió, pero la situación era crítica para el bebé.
"Cuando llegamos en un auto que nos trajo al hospital (Rawson) nos dijeron que teníamos que esperar nomás porque tenía muy quemadas las vías respiratorias y estaba muy quemado. Esto es muy doloroso, murió hoy (por ayer) a las 11,15", dijo ayer Flabia Pérez, abuela del bebé, quebrada por el dolor, igual que la mamá del nene.
Todo pasó en la precaria casa donde Flabia vive con su familia en calle 17, unos 300 metros al Oeste del cruce con Ruta Nacional 40, en Pocito. Allí, la mujer se las rebuscaba para mantener a su familia con un pequeño kiosco, al que le sumaba la venta de combustibles y artículos de limpieza, justamente los elementos que sirvieron para hacer incontrolable las llamas. "Los bomberos nos dijeron que fue por un cortocircuito en la esquina de la casa donde llega el cable con la corriente", dijo la mujer.
Un juez decide si el caso pasa o no al archivo.